25 abril 2016

Política cambiaria y shock externo



El shock de términos de intercambio vigente ha llevado a los países en América del Sur a depreciaciones cambiarias competitivas. Los bancos centrales, que dicen de jure regirse por una flotación limpia, de facto han dejado depreciar sus monedas en función de la caída de sus exportaciones, como se observa en el gráfico en los casos de Brasil, Colombia, Chile y Perú, que devaluaron sus monedas desde junio de 2014. Por el contrario, no depreciaron sus monedas Ecuador por su dolarización completa y Bolivia con tipo de cambio fijo de facto.

Sin embargo, lo peor hubiera sido seguir a los países vecinos en su carrusel cambiario, porque a abril de 2016 tendieron a apreciar sus monedas.

Las opciones de política cambiaria en un contexto de un shock externo adverso y prolongado tienden hacia la flexibilidad cambiaria, que en lenguaje directo es a minidevaluaciones, como en el sistema pasado antes de 2006. El problema es el timming, la oportunidad del momento, la necesidad de llegar a un consenso político antes de mover el tipo de cambio y, especialmente, tener muy en claro cuál es el objetivo de mover o depreciar el tipo de cambio.

Los estudios que realicé muestran que las exportaciones bolivianas reaccionarían en el corto plazo muy poco, dada la baja elasticidad de la oferta de exportaciones frente a cambios en el tipo de cambio real, debido a la alta concentración en commodities, por lo que la balanza comercial no se equilibraría. Existe también evidencia de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2015) del predominio de la demanda externa como impulsora de las exportaciones en el caso de productos primarios y de las manufacturas basadas en recursos naturales.

El problema de fondo en depreciar la moneda se relaciona con la magnitud con que se traspasan las variaciones cambiarias en los precios. Si bien diversos estudios señalan que el traspaso no sólo es parcial, sino que experimenta una caída mundial, en el caso boliviano su alto coeficiente de pass-through o transferencia inmediata del tipo de cambio a los precios, comparado con Chile, Paraguay, Perú, Uruguay, tendería a incidir en un aumento de la tasa de inflación. Así, por ejemplo, hipotéticamente una devaluación del 10% tendría un efecto a 12 meses de un incremento en el nivel de precios de 2,3%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) (2014). Por tanto, el aumento del ingreso en moneda nacional que buscan los exportadores con una devaluación nominal, disminuiría por los aumentos de los costos, en la moneda nacional, de sus componentes importados y de los costos de mano de obra.

Adicionalmente, la experiencia de la dolarización después de la crisis de la hiperinflación aún está presente en los agentes económicos, por lo que una pequeña depreciación podría provocar una tendencia hacia una redolarización de los depósitos financieros. Lograr la elevada bolivianización de 95,8% de la cartera y 82,9% de los depósitos costó 11 años.

El objetivo básico de retornar al tipo de cambio flexible no sería estrictamente económico, puesto que en el corto plazo no habría beneficios directos derivados de la devaluación, sino por sus beneficios en el mediano y largo plazo, dado un contexto adverso que prevalecerá un buen tiempo. Es preferible abandonar el tipo de cambio fijo con altas Reservas Internacionales (RIN), antes que el tipo de cambio nos abandone en un hipotético escenario de bajas RIN a mediano plazo. El Banco Central debería retomar el uso de la Política Cambiaria para dar señales de largo plazo favorables para inducir un proceso de inversión hacia los bienes exportables y sustitutos de importaciones, preservar los ingresos en moneda nacional de las empresas estatales exportadoras como YPFB y contar con todos los instrumentos disponibles, como es el tipo de cambio, para enfrentar los desajustes externos.

Se recomienda una política cambiaria programada, consistente en establecer una meta cambiaria periódica, mediante una tabla pública de minidepreciaciones preanunciadas del tipo de cambio para todo 2016, de modo que los agentes económicos al conocer la trayectoria cambiaria ajusten sus decisiones y expectativas. Con un respaldo de 12.400 millones de dólares sería creíble la meta cambiaria, en forma similar a lo que sucede con la meta de inflación.

Para más detalles consulte el libro Bolivia. Shock externo: efectos y medidas antishock.

* El autor es economista y expresidente del Banco Central de Bolivia.

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