25 abril 2016

Tres blindajes para afrontar el shock externo


"Los efectos del shock externo recién se visualizaron en 2015, por un lado con el desplome de las exportaciones en 32,5%, lo que generó un déficit comercial de 2,2% y un déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de 3,9% del PIB. Por otro lado, con la caída de los ingresos tributarios relacionados con hidrocarburos en un 26% equivalente a 3,5% del PIB, que contribuyó a generar un déficit fiscal de 6,6% del PIB”, afirma el libro Bolivia. El shock externo de 2015: Efectos y medidas anti-shock.

El texto es de autoría del economista Gabriel Loza Tellería, quien, entre 2008 y 2009, fue presidente del Banco Central de Bolivia (BCB) y además ya cuenta en su haber con seis libros.

Esta reciente obra fue escrita en febrero del presente año y, según el economista Horst Grebe, tiene la virtud de contener un análisis y propuestas muy oportunas para la actualidad del país.

El análisis del shock

"El shock externo es más prolongado e intenso que la caída de precios en la gran recesión global de 2009, la más severa desde 1929 de acuerdo con (Ayhan) Kose y (Marco E.) Terrones (2016)”, asegura el libro. La duración de la caída de los precios de exportación de Bolivia fue de 11 meses, desde mayo de 2008 hasta abril de 2009, mientras que en la crisis actual la caída de los precios de los minerales ya se prolonga por cuatro años y de la soya y combustibles más de tres años.

"La economía boliviana respondió al primer ataque, en 2008. Yo mismo (en esa época presidente del BCB) lo tomé a la ligera porque, pues, ya no somos la Bolivia de 1929, donde entre 90% y 95% de las exportaciones estaba en la minería y no nos pasaba todavía nada. No pasaba porque el gas, nuestro principal producto de exportación, cambia de precio cada tres meses, lo cual nos permitió sufrir los primeros impactos de la caída del petróleo recién hasta que vino el colapso”, argumenta Loza.

El colapso del crudo entre 2008 y 2009 fue del 70,8% en intensidad, pero duró sólo ocho meses, en cambio en la actualidad el desplome es ya similar en magnitud (71,1%), y su duración está a punto de llegar a los dos años de declinación, y no se sabe aún si ya tocó fondo.

Por su dependencia de la exportación de materias primas (observe el cuadro), Bolivia tiene un horizonte incierto ahora, con la caída sostenida de los precios del petróleo desde junio de 2014, que influye en los precios del gas.

Los efectos de la crisis se manifiestan por cuatro vías: una menor demanda externa de los socios comerciales, la caída de los precios de las materias primas, la salida de los flujos de capitales y aumento de las tasas de interés en el mercado nacional y el alza del dólar y las devaluaciones competitivas. Y Bolivia recibe los efectos del shock también por los cuatro canales, cita el libro.

Disminuyó la demanda externa, los precios de exportación del gas cayeron en 36% y de los metales y productos agropecuarios en 15,8%; las depreciaciones de nuestros principales socios comerciales se expresaron en una disminución de las exportaciones en 32,3%.

El shock externo hizo que la economía retornara a la vulnerabilidad prevaleciente en 2002, antes del inicio del "superciclo de los commodities” que se caracterizaba por mantener iguales los déficits externo e interno, aunque con las Reservas Internacionales (RIN) en cifras altas , asegura el texto.

Pero, como resultado del impacto, las defensas con que contaba el país bajaron al haber reducido las RIN y disminuido el "colchón” interno constituido por los depósitos del sector público en el BCB.

"La caída de las reservas empieza a acelerarse y nadie va a esperar a que se acaben del todo para tomar sus posiciones; ya hay una salida de capital del país, hay una caída de más de 2.000 millones en las reservas internacionales y, por lo tanto, lo que se constituye en el principal escudo frente a la tormenta que viene del exterior es preocupante”, afirmó Grebe en la presentación del libro, el jueves 14 de abril en la ciudad de La Paz.

Hay problemas no sólo cíclicos, sino también estructurales. Frente a ese panorama, Loza comparte en su libro tres posibles escenarios que reforzarían el blindaje del país ante el shock.

Primera medida: mejor gestión de empresas públicas

Loza considera importante que se transparenten y actualicen los datos de las empresas públicas, cuentas fiscales y la situación y sostenibilidad financiera para definir cuáles son viables en el corto y mediano plazo y cuáles no lo son, para que realmente generen un excedente económico como lo define la Ley de Empresa Pública.

Asimismo, propone que se establezcan "criterios de evaluación, costo y beneficio social, para retornar al concepto de sector estratégico del Plan Nacional de Desarrollo 2006-2011 o redefinir el alcance de las empresas estratégicas en sus sectores”. Esto porque el Presupuesto General del Estado 2016 señala que el gasto, sin empresas públicas, se mantuvo en torno al 27% del PIB entre 2005 y 2016; en cambio, el gasto corriente de las empresas públicas subió de 1% en 2005 a 17,9% del PIB. Las utilidades representaron 3,3% del PIB en 2014 y básicamente se debe al aporte de YPFB.

Otra tarea sería constituir, de acuerdo con el artículo 12 de la Ley de Empresa Pública, el Consejo Superior Estratégico de la Empresa Pública, para que gestione la consolidación de las empresas públicas para que generen excedentes como lo manda la ley.

Segunda medida: eficiencia de los créditos del BCB

"La recomendación específica es que no se autoricen por Ley de Presupuesto más créditos del BCB a las empresas públicas y que se revisen cuidadosamente los créditos autorizados y, en función de la viabilidad económica y financiera, se continúen, se suspendan o se reviertan”, define el libro.

Con la creación del Fondo para la Revolución Industrial Productiva (FINPRO), el BCB transfirió 600 millones de dólares de las RIN y concedió un crédito por otros 600 millones de dólares para financiar a las empresas públicas u otras donde el Estado tenga participación mayoritaria. Por tanto, el FINPRO causó una reducción de las RIN y, en la medida en que los créditos se traduzcan en importaciones de bienes de capital, afectarán el nivel de las RIN.

Por ello, en el texto, Loza aconseja que "el FINPRO se amplíe a la empresa privada y se focalice en financiar proyectos de exportación o de sustitución de importaciones, con énfasis en la producción de alimentos”.

Tercera medida: el ajuste de la política cambiaria

Las opciones de política cambiaria en un contexto de un shock externo adverso y prolongado se limitan a tender a la flexibilidad, "que en el lenguaje directo es a minidevaluaciones”, expone el libro. Aunque el problema es el timming, "la oportunidad del momento, la necesidad de llegar a un consenso político antes del mover el tipo de cambio y tener muy en claro cuál es el objetivo de mover o depreciar el tipo de cambio”.

Loza reconoce que la experiencia pasada de la alta dolarización después de la hiperinflación que vivió el país puede llevar a que incluso una pequeña depreciación puede impulsar una "redolarización”, empezando por los depósitos financieros. Para llegar a la elevada desdolarización alcanzada a febrero de 2016 (95,5% de la cartera y 83,5% de los depósitos) se tuvo que esperar 11 años.

"El objetivo de retornar al tipo de cambio flexible no sería estrictamente económico, puesto que en el corto plazo no habría beneficios directos derivados de la devaluación”, describe el texto. Además, sería mejor abandonar el tipo de cambio cuando las RIN estén altas.

¿Cómo coordinar un tipo de cambio flexible?

"La primera propuesta de Gabriel Loza, y conmigo eso fue como predicarle a un creyente, es que hay que flexibilizar el tipo de cambio. El problema es cómo flexibilizar la política cambiaria, cómo darle un poquito de respiro al tipo de cambio”, opina el economista y también expresidente del Banco Central de Bolivia (BCB), Juan Antonio Morales.

El experto considera que el sistema que tenía el Decreto Supremo 21060, con todos sus defectos -uno de los más grandes era que impulsaba la dolarización-, tenía méritos. Por eso, destaca que Gabriel Loza proponga en su libro la idea de establecer un sistema con devaluaciones anunciadas; algo muy diferente a lo que sucedía con el 21060 "que traía devaluaciones no anunciadas”.

"Yo creo que hay ventajas en un sistema de tipo de cambio anunciado”, afirma Morales. El libro Bolivia. El shock externo de 2015: Efectos y medidas anti-shock, del economista Gabriel Loza, afirma que el tipo de cambio no es un instrumento de protección permanente de la producción nacional frente a las importaciones alentadas por devaluaciones competitivas, puesto que tendría que ajustarse a depreciaciones elevadas, como sucede en Colombia y Brasil (arriba del 30%).

Por ello, el principal objetivo de que la política cambiaria retorne al tipo de cambio flexible debe ser hacer frente a un entorno externo muy adverso y prolongado.

"Bolivia debe solicitar en el marco del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) y en reuniones de bancos centrales del Mercosur, la necesidad de establecer una mínima coordinación de las políticas cambiarias”, concluye e texto recién presentado.

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