El tipo de cambio es un indicador clave en la economía de cualquier país, ya que refleja cuántas unidades de la moneda local se requieren para adquirir una moneda del exterior.
El tipo de cambio es un indicador clave en la economía de cualquier país, ya que refleja cuántas unidades de la moneda local se requieren para adquirir una moneda del exterior. En Bolivia, desde noviembre de 2011, el Banco Central de Bolivia (BCB) ha mantenido un tipo de cambio fijo de 6,96 bolivianos respecto al dólar norteamericano, una política que ha brindado estabilidad, pero que actualmente enfrenta desafíos significativos.
Los tipos de cambios varían y se determinan por la oferta y demanda de cada moneda en el mercado de divisas. Se dice que el tipo de cambio es fijo cuando lo establece el Banco Central y es flotante cuando se establece en función de la oferta y la demanda.
¿Qué implica un tipo de cambio fijo? Supone que el BCB garantiza la oferta de dólares para satisfacer la demanda local, cubriendo necesidades como viajes, remesas, comercio exterior o tratamientos médicos. Esta política ha buscado evitar que los ciudadanos recurran al mercado paralelo, manteniendo la confianza en la moneda nacional.
“El objetivo principal es estabilizar la economía, limitando la emisión de dinero para evitar presiones inflacionarias y fluctuaciones cambiarias", explica Germán Molina, economista y exdirectivo del BCB y del Ministerio de Hacienda, actualmente consultor internacional.
No obstante, esta política económica conlleva restricciones. El BCB no puede otorgar créditos al sector público ni privado, salvo en circunstancias excepcionales como desastres naturales o caídas temporales en la recaudación tributaria. En esos casos, el financiamiento es transitorio y debe ser devuelto en el mismo ejercicio fiscal para evitar desequilibrios macroeconómicos.
Orlando López, economista y docente de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, destaca que el tipo de cambio fijo ofrece certidumbre al fijar los precios en un solo valor de referencia. Sin embargo, señala que factores externos, como shocks internacionales o crisis en países con los que Bolivia mantiene relaciones comerciales, pueden alterar esta estabilidad.
“Eventos como la inflación global o problemas en economías vecinas generan efectos indirectos en la nuestra", comenta López, subrayando la vulnerabilidad del modelo ante el contexto externo.
La presión sobre las reservas y el auge del mercado paralelo
En los últimos meses, las reservas internacionales de Bolivia han caído drásticamente, pasando de más de 3.000 millones de dólares en 2005 a poco más de 1.700 millones en la actualidad, según datos proporcionados por Molina.
Esta disminución ha provocado escasez de divisas en el mercado oficial, forzando al BCB a introducir mecanismos de emergencia, como hojas electrónicas para la venta de dólares, sin lograr satisfacer completamente la demanda, escenario que ha llevado al cierre de muchos negocios y a la escasez de algunos productos de la canasta básica familiar.
Molina explica que la insuficiencia de dólares en el sistema formal ha impulsado el mercado paralelo, donde la moneda extranjera se ofrece a un precio superior, generando una creciente brecha respecto al tipo de cambio oficial.
Esta situación refleja también un atraso cambiario, dado que, aunque el tipo de cambio se mantiene en 6,96 bolivianos por dólar, en 2005 era de 8,03 bolivianos, evidenciando una sobrevaloración de la moneda local en un contexto global cambiante.
Impacto en la vida cotidiana y la necesidad de ajustes
El tipo de cambio afecta no solo a los indicadores macroeconómicos, sino también a la vida diaria de la población. En la actualidad, la escasez de dólares complica la adquisición de medicamentos que en el último año han tenido un incremento de al menos un 10%, el pago de estudios en el exterior o el envío de remesas, afectando directamente a las familias bolivianas.
“El déficit comercial, la deuda externa y las diferencias entre el tipo de cambio oficial y el paralelo repercuten en las personas comunes, ya que el impacto económico se siente incluso en transacciones cotidianas, con compras que se realizan diaria o semanalmente en la tienda de barrio o en el mercado”, señala Molina.
Ante esta situación, el economista enfatiza la necesidad de ordenar las finanzas públicas mediante la reducción del gasto. “Es vital identificar los sectores que generan desequilibrios, ya sea el gobierno, los empresarios o los hogares, para definir quién debe ajustarse más”, sostiene, destacando que se espera que el Presupuesto General del Estado 2024 reformulado incluya señales claras sobre este ajuste.
Por su parte, López sugiere que el país debe aprender de experiencias pasadas para evitar episodios de hiperinflación que marcaron la historia del país hace 40 años.
"Bolivia necesita dinamizar sus exportaciones, atraer inversión extranjera y mejorar el entorno político y legal, de modo que los inversionistas no se sientan amenazados", reflexiona. Además, advierte que la inflación latente podría agravarse si no se toman medidas inmediatas.
El futuro del régimen cambiario en un contexto desafiante
El tipo de cambio fijo ha sido un pilar de estabilidad para Bolivia durante más de una década, pero mantenerlo con reservas menguantes representa un reto creciente. Las próximas decisiones del gobierno y del BCB serán cruciales para evitar distorsiones mayores y restaurar la confianza en la moneda nacional y en el sistema económico en su conjunto.
“Es indispensable que las autoridades definan metas claras para 2025, en áreas como el crecimiento del PIB, la inflación y el déficit fiscal, con el fin de garantizar la sostenibilidad del régimen cambiario y evitar una mayor presión sobre las reservas”, concluye Molina.
Sin ajustes estructurales, advierten ambos expertos, la brecha cambiaria podría seguir ampliándose, afectando aún más la economía cotidiana de los bolivianos.
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