Esta es la segunda parte de la entrevista con el destacado economista y escritor Roberto Laserna, doctor en Planificación Regional y Urbana en la University of California, Berkeley, EEUU. Los interesados pueden consultar la primera en la edición de CAPITALES del martes 19 de abril.
En esta oportunidad, Laserna responde a preguntas relacionadas con la migración, la pobreza, el desarrollo humano, la deuda externa boliviana, los créditos chinos y rusos, la disminución de las reservas internacionales, la política del tipo de cambio fijo, y la relación del crecimiento con los precios de las materias primas.
CAPITALES (C). Usted realizó diferentes estudios sobre la pobreza. El plan del Gobierno es reducirla de 17 a 9 por ciento hasta el año 2020. Y plantea un crecimiento promedio de 5.8%. ¿Este ritmo será suficiente para lograr ese objetivo?
Roberto Laserna (RL). El factor más importante en la reducción de la pobreza no ha sido el crecimiento económico sino la urbanización, que también acompaña la expansión del mercado interno.
La migración del campo a las ciudades y el crecimiento de las ciudades intermedias han permitido que una proporción creciente de la población pueda acceder a los servicios básicos y a otros servicios públicos relacionados con la educación y la salud.
Obviamente, también han permitido modificar la estructura del empleo, pues en las ciudades la gente tiene un abanico más amplio y diverso de oportunidades de empleo, trabajo y comercio. Es más, creo que es posible afirmar que la urbanización está entre los elementos que más han impulsado el crecimiento económico.
Aunque los primeros meses o años de vida de los migrantes rurales pueden ser muy duros y difíciles en las ciudades, en un tiempo relativamente corto el migrante se encuentra en mejores condiciones de vida y consumo que en el área rural. Y su aporte productivo suele ser también mayor.
Un problema serio es que las políticas económicas no han acompañado estos procesos. Es cierto que en los últimos diez años observamos un rápido ritmo de urbanización, y también vemos que el Estado ha mantenido altos niveles de inversión pública. Sin embargo, ambos procesos no han estado adecuadamente relacionados o armonizados; es más, creo que han estado algo divorciados. Y posiblemente ese sea uno de los factores que ha impedido que las inversiones realizadas tengan un mayor impacto sobre el crecimiento de nuestra economía.
Considerando la experiencia reciente, no creo que ese divorcio pueda superarse bajo las políticas de estatismo económico y voluntarismo industrialista que sigue el Gobierno.
C. La Fundación Jubileo recordó que más que el desarrollo económico debería importar el desarrollo humano. ¿Cómo andamos en este punto?
RL. La apuesta por el desarrollo humano fue planteada y promovida desde Naciones Unidas en los años 90. Bolivia mostró un interés por esta perspectiva y fue el primer país en crear ministerios de desarrollo humano y de desarrollo sostenible.
La idea detrás de estos proyectos era que el desarrollo no podía limitarse al crecimiento económico, sino que debería reflejarse en mejores condiciones de vida, especialmente de salud y educación, y en marcos que garanticen la sostenibilidad ambiental del crecimiento en el largo plazo.
Un efecto importante de esta perspectiva es que facilita tanto la asignación de recursos a rubros que no tienen una rentabilidad inmediata pero que sí deben ser considerados como inversiones de largo plazo, como la educación y la salud, porque mejoran la capacidad productiva de las personas a tiempo que les permiten alcanzar una mejor calidad de vida; como la preservación de las condiciones ambientales, porque toman en cuenta las necesidades y el interés de las generaciones futuras.
En un primer momento, parecía que la noción de “vivir bien” estaba orientada a integrar ese conjunto de enfoques con énfasis en la calidad más que en la cantidad. Sin embargo, en la práctica no se ha logrado esa integración y ha terminado prevaleciendo una visión cuantitativa, que cuenta el número de aulas, campos deportivos y camas de hospital, pero elude evaluar la calidad de la enseñanza o de los servicios.
En cuanto al crecimiento económico, es evidente la prioridad que se le da al corto plazo y el correspondiente descuido de inversiones de largo plazo, que sean ambientalmente sostenibles y que se basen en el aprovechamiento de recursos naturales renovables.
C. El Gobierno anunció que el nivel de endeudamiento del país subirá del 17 al 28% del PIB. Todo el mundo tiene deuda externa, ¿la de Bolivia es “manejable”, como ha dicho el vicepresidente García Linera? ¿El caso boliviano es preocupante, necesario, o hay alguna otra manera de sostener la inversión pública?
RL. En primer lugar, el endeudamiento se basa en el supuesto de que la inversión pública es necesaria y eficiente, es decir que se la necesita para impulsar el crecimiento económico y que puede generar los recursos necesarios para pagar esa deuda. La experiencia histórica de Bolivia niega esos supuestos. Los éxitos en los emprendimientos estatales son más la excepción que la regla.
El caso paradigmático es el de Karachipampa, pero los hay en todos los tamaños, rubros y períodos, como lo muestra ya el caso de Lliquimuni. Incluso en muchos casos recientes se ha decidido justificar la inversión por una supuesta rentabilidad social y calcular la rentabilidad económica solamente en base a lo que se obtiene de las diferencias entre los costos y los ingresos de operación. Por lo tanto, en la decisión de estas obras ya se anticipa la imposibilidad de recuperar la inversión. Si ese tipo de proyectos se financia con deuda externa, es que planifican pagarla con ingresos provenientes de otras fuentes. ¿Cuáles serán esas fuentes? No lo sabemos.
En segundo lugar, la relación entre la deuda externa y el PIB es inadecuada para evaluar el problema del endeudamiento. Bastaría una modificación en el tipo de cambio para que esa relación se derrumbe. Lo importante es analizar los flujos que se generan por obligaciones de pago de las deudas, por intereses y amortizaciones, en comparación con los flujos que se generan por el balance externo y por el balance fiscal. En otras palabras, no basta comparar stocks (deuda con PIB), sino que deben tomarse en cuenta los flujos que permitirán cumplir en el futuro con las obligaciones que se generan hoy.
C. Se opta por créditos chinos o rusos con argumentos de geopolítica internacional. ¿Esto es lo que le conviene al país?
RL. Es notable la fijación imaginaria que permite considerar a China y Rusia como potencias progresistas y solidarias. Son potencias emergentes, muy concentradas en expandir sus ámbitos de poder e influencia en el mundo, y esas son sus prioridades. Por supuesto, en una perspectiva geopolítica es importante tomar en cuenta estas características a la hora de negociar con ellos y con otras potencias.
También es necesario tomar en cuenta su fortaleza financiera y su fortaleza tecnológica e institucional. Puede ser que dispongan de muchos recursos y que los ofrezcan baratos, pero es necesario verificar si su tecnología es la más adecuada a nuestras necesidades, y si sus instituciones son suficientemente transparentes como para garantizar el cumplimiento de los contratos.
Los créditos internacionales siempre han tenido alguna condicionalidad, pero es muy distinto que se plantee la obligación de emplear una determinada proporción en la adquisición de bienes y servicios de un país, de la obligación de emplear a una determinada empresa para la realización de una obra o construcción. Esto último constituye una atadura inaceptable, porque elimina totalmente nuestra libertad de decisión.
C. ¿Qué opinión le merece la reducción de las Reservas Netas Internacionales (RIN) en los últimos meses?
RL. Las reservas internacionales son una variable que refleja un amplio y diverso conjunto de procesos que tienen que ver tanto con los comportamientos de los agentes privados como de los agentes públicos. De ninguna manera se trata de recursos a los que puede acudirse en caso de necesidad. En realidad, las reservas internacionales pertenecen al conjunto de los sectores económicos y su administración genera obligaciones que el Banco Central debe mantener y respetar.
El aumento o la reducción de las RIN, por lo tanto, refleja en gran medida lo que sucede en la economía. Aumentaron cuando exportábamos más de lo que importábamos y ‘adorábamos’ parte de nuestros ingresos. Con la caída de las exportaciones se han empezado a generar déficits de comercio exterior y, por tanto, también flujos negativos de divisas, reduciendo las reservas. Esto es normal, lo que no quiere decir que no sea preocupante. Pero no son medidas administrativas las que resolverán el problema, sino acciones que dinamicen el aparato productivo y permitan mejorar nuestra competitividad explotando más e importando mejor.
C. Usted que hace seguimiento al accionar del Banco Central de Bolivia [así lo expuso en las redes sociales], ¿está de acuerdo con la política del tipo de cambio fijo? ¿Cree que la inflación pueda generar problemas a corto o mediano plazo?
RL. Así como las reservas internacionales son un reflejo de los procesos económicos, el tipo de cambio también debería serlo. El valor de la moneda no debería ser decidido políticamente, porque eso distorsiona el funcionamiento de la economía; el valor de la moneda debe reflejar también las condiciones de inserción de nuestra economía en los mercados internacionales.
Por lo tanto, creo que fue un error muy serio el haber tratado de mantener un tipo de cambio fijo en los últimos años, porque cualquier modificación ahora puede provocar nerviosismo en los agentes económicos. Con esto quiero decir que el dilema de devaluar o no devaluar es esencialmente inadecuado, porque supone que el valor de la moneda debe ser fijado por las autoridades y en base a criterios políticos.
Es mucho más saludable permitir que el tipo de cambio sea determinado por las condiciones económicas generales.
C. ¿Es posible mantener el promedio de crecimiento de los últimos años con la caída de los precios de las materias primas a nivel internacional?
RL. Es posible, pero no con las mismas políticas económicas de los últimos años. Ellas se basaron en la abundancia generada por la exportación de bienes primarios, que permitió aumentar el gasto fiscal y despreocuparse de las inversiones privadas.
Para alcanzar altos niveles de crecimiento en el futuro será necesario prestar más atención a las condiciones que permitan más y mejores inversiones, el aprovechamiento de la capacidad creativa de trabajadores y empresarios, y el acceso a nuevos mercados internacionales, generando un entorno político de menos voluntarismo, menos intervencionismo y más seguridad jurídica.
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