El Informe del FMI sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO por sus siglas en inglés) en octubre acentuó el pesimismo del informe precedente de la OECD en septiembre sobre la trampa del crecimiento.
Maurice Obstfeld, Consejero del FMI, economista y académico de gran trayectoria, especialista y autor de libros de economía internacional, escribe en la Introducción de las Perspectivas palabras bastante serias para una institución global al señalar que en "un entorno de baja demanda en que las tasas de política monetaria se aproximan al límite inferior efectivo, se corre el riesgo de que se
autoperpetúe un crecimiento frágil a medida que la inversión disminuya, la tasa de crecimiento de la productividad se reduzca, los mercados laborales pierdan dinamismo y el capital humano se deteriore”.
Las perspectivas de las economías avanzadas fueron ajustadas a la baja, (0,2%) a 1,6%, debido a la debilidad inesperadamente intensa que caracterizó el crecimiento de los Estados Unidos que se estima una tasa de 1,6% del PIB en lugar del 2,2% estimado en julio de este año, y también por culpa del Brexit de una materialización de un importante riesgo a la baja, como se observa en el gráfico.
Las perspectivas de las economías avanzadas, que influyeron mucho en el informe pesimista del FMI, son moderadas pero están rodeadas de una considerable incertidumbre y de riesgos a la baja.
El crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo sería de 4,2% después de cinco años consecutivos de declive; cifra que según el FMI representa más de tres cuartas partes del crecimiento mundial proyectado para 2016, lo que demuestra que siguen siendo la locomotora, aunque muy desacelerada, del producto mundial.
La buena noticia es que las perspectivas de corto plazo de China se han aliviado, debido a políticas que están apuntalando el crecimiento, y que los precios de las materias primas o commodities en cierta manera se han afianzado.
El sendero de la desaceleración suave de China se mantiene claro con un 6,6% en 2016 y 6,2% en 2017, mientras que se corrigió muy poco hacia arriba (0,1%) el descenso proyectado en 2016 de los precios del petróleo de -15,4% y el de las materias primas no combustibles de -2,7% se ajustó con una mejora más relevante de 1,1%.
Si uno observa detenidamente el gráfico, se puede encontrar ciertas regularidades de comportamiento, como la existencia de ciclos entre 2000 y 2015. En el caso de PIB mundial en 2001 y 2002, en la primera crisis del siglo, se registraron bajas tasas de crecimiento de 2,5% y 2,9%, respectivamente consideradas tasas de estancamiento, para dar lugar a una fase de auge entre 2003 a 2007 con una tasa de crecimiento promedio anual de 5,1% hasta derivar en una segunda crisis del siglo en 2009 mucho más virulenta, dado que el crecimiento del PIB mundial fue cero.
Después del rebote en 2010, se inicia una fase descendente del ciclo mundial hasta 2015, caracterizada por un crecimiento modesto de 3,5%, promedio anual, y lo que preocupa es que continúe con dicha tendencia anémica en 2016, con un 3,1%, para recién recuperarse levemente a un 3,4% en 2017. El problemita es que no se tiene la certeza de que se tocó el piso en este año y que el próximo empezaría una fase de recuperación.
La economía mundial no está como en la crisis de 2009, de crecimiento cero, pero nos estamos acercando a los niveles de la crisis de 2001 de 2,5%. Esta situación se observa en el crecimiento del PIB de los países avanzados, de 1,6% estimado para 2016, el cual es muy similar al 1,5%, registrado en la crisis de 2001. Lo que nos dice que las economías avanzadas están atravesando una situación crítica de lento y frágil crecimiento.
Y la cereza de la torta está a cargo de la persistencia de la deflación en los países avanzados con una tasa cercana a cero (0,3%) en 2015 y que para el 2016 se estima un 0,8%, todo esto en un contexto en que las tasas de política monetaria, cercanas a cero o incluso negativas, han entrado a su límite inferior efectivo y dejado de funcionar para enfrentar este crecimiento frágil, no quedando otra que pedir ayuda a la política fiscal a través del gasto y las inversiones públicas, área en la que son expertos algunos economistas bolivianos.
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