06 abril 2014

BITCOIN, una revolución en marcha



Revolución o muerte. Esta vez no es la amenaza de un barbudo antisistema, sino la de un hombre de canas y corbata, Francisco González, consejero delegado del BBVA. “Los bancos que no estén preparados para nuevos competidores como Google, Facebook o Amazon”, ha escrito en el Financial Times, “se enfrentan a una muerte segura”.

Si advierte peligro el presidente del BBVA, banco que ganó más de 3.000 millones de dólares (2.218 millones de euros) en 2013, es que ha visto señales.

Quizás las mismas que antes vieron otros y se tomaron a risa. A las telefónicas les salió Skype y WhatsApp; a las inmobiliarias —¿se acuerdan de Don Piso?—, idealista.com; a las quinielas, las apuestas online; y a Sabina, el iTunes. “La tecnología ya ha transformado muchas industrias. La siguiente es la banca”, profetizaba González.

“Este sector continúa en la Edad Media”, afirma Amuda Goueli, el fundador de la agencia de viajes Destinia.com. Su compañía admite pagos en bitcoins. Y se ahorra entre el 2% y el 3% de comisión que le cobrarían los bancos. Es una de las muchas monedas virtuales que circulan en internet. Karmacoin, dogecoin, luckycoin, stablecoin… incluso pesetacoin. Pero los nervios, que algunos consideran ya una alarma, son por el bitcoin.

Creada hace cinco años, de los 8.450 millones de dólares que circulan en dinero virtual, el 76% corresponde a esta moneda. Se aceptan en miles de servicios y comercios de internet y en lugares físicos, como casinos y pizzerías. “Se ríen, siempre se ríen”, prosigue el fundador de Destinia. “La reacción al bitcoin me recuerda a la de la red en los 90. ‘Pierdes el tiempo’, ‘solo hay porquerías’, ‘te van a robar la tarjeta si compras…”. Goueli, empresario de origen nubio (región compartida entre Egipto y Sudán), creó la agencia en Madrid en 2001 junto a un amigo australiano. En febrero, permitió el bitcoin como otra posibilidad de cobro. “Al día siguiente del estreno vi que había tres pagos con bitcoins. Casi me eché a llorar. Pensé que era una broma de mis informáticos, pero no, eran de un ciudadano austriaco para un billete a Vietnam, otro de un polaco y un tercero que resultó fallido. Desde entonces, tenemos diariamente cobros en bitcoins. No confesaré cuántos para que la competencia siga riéndose”.

Si no fuera por su creciente popularidad y por su cualidad de moneda refugio ante los vaivenes de los gobiernos, de Argentina a Chipre, el bitcoin sería tan anecdótico como BBQCoin; sin embargo, el Banco Central Europeo, la FED de EEUU, los Bancos Centrales de China, Japón o Rusia se han ocupado del asunto. Lo temen. “El bitcoin tendrá sus baches, pero está aquí para quedarse”, apuesta Alexandre Saiz, cuyo negocio de comida para mascotas, Telepienso.com, acepta bitcoins desde hace tres años. “Se llame así o de otra forma, la moneda de una sociedad civil, al margen del control del poder político y económico, va a existir y va a ir a más”. Y quienes pagan con ella son, en general, personas con poder adquisitivo y nivel cultural”. De momento, se trata de un uso “curioso y de prueba”, pero “irrefrenable”.

La preocupación de los bancos no viene de la pérdida de comisiones —al fin y al cabo, la moneda virtual será siempre una parte mínima del comercio mundial—, el problema es que los poderes establecidos no la controlan. Tampoco les importa que la moneda sea virtual, que los billetes ni se vean ni se toquen. “A los bancos nos interesa que se acabe con el efectivo”, afirma Victoria Matía, directora de banca electrónica de La Caixa. “Es nuestro enemigo porque no sabemos qué hace la gente con él, no nos proporciona información y es ineficiente: lo sacamos del cajero, pagamos en una tienda y el comerciante lo ingresa de nuevo en una oficina bancaria”.

Las transacciones en metálico crecieron en el mundo 1,75% entre 2008 y 2012; el resto de modalidades de pago subieron 14%. Aunque aún supone el doble, muchos consideran que el efectivo tiene los días contados. Usarlo es caro: a los estadounidenses, por ejemplo, les cuesta 200.000 millones de dólares al año (unos 637 dólares por ciudadano), según un estudio de la Universidad de Tufts, en Massachusetts, entre recogida, clasificación, transporte y fabricación de billetes. Anualmente, la Reserva Federal se ve obligada a triturar 7.000 toneladas de billetes; su media de vida no pasa de los seis años.

“El dinero será invisible”, decía David Marcus, presidente de Paypal, en una reciente entrevista en El País. “No habrá billetes ni billeteros, solo valor que tendrás disponible cuando lo necesites y que podrás mover a cualquier parte del mundo por un bajo coste”.

“Recientemente he visitado Zambia y Malaui”, explica el director de Destinia.com. “Allí se paga con el móvil”. El 25% del PIB de Kenia pasa por M-Pesa, un sistema de transferencias a través del teléfono móvil, sin necesidad de internet. En Zimbabue el sistema se llama EcoCash y lo usan 8,1 millones de habitantes, prácticamente todos los mayores de 14 años. Por sus teléfonos pasa tanto dinero como por los depósitos de los bancos. EcoCash cobra más, 5% por transacción, pero a la gente le compensa si se evita un día de camino hasta la oficina bancaria. Los bancos intentaron, sin éxito, boicotearlos, para acabar sumándose al nuevo sistema.

“Ya nadie duda de que con el celular pagaremos el pasaje del metro, lo que está en juego es quién gestionará esa transacción y, por tanto, se llevará una comisión o la información, o ambas cosas”, plantea Genís Roca, de la consultora Roca Salvatella, dedicada a la transformación digital del sector financiero.

Si González apuntaba a los grandes (Amazon, Google, Facebook, Apple), Roca ve enemigos por todas partes: los del sistema operativo del móvil (Apple con su iOS y Google con Android); las operadoras telefónicas, que pueden añadir a la factura los gastos por micropagos, como hacen con los sms; luego, claro, los propios bancos, obligados a buscar alianzas con los anteriores. Tú pones el teléfono con NFC (el protocolo de comunicación) y yo pongo terminales de cobro adaptados en los comercios.

Y luego está Paypal. Peter Thiel, uno de sus fundadores, creó en 1998 un sistema de pago por internet con el que no había necesidad de escribir cada vez nombre, número, fechas de expedición y de caducidad de las tarjetas… Un proceso tedioso que en muchas ocasiones acababa bruscamente sin compra, bien porque se caía la página o porque se hartaba el comprador. Parecía una locura, una iniciativa tomada al margen de los bancos; sin embargo, a los pocos años, el gigante del comercio de subastas eBay descubría que la mayoría de pagos no se cerraban con su propio sistema, sino con Paypal. Y en 2002 lo compró por 1.500 millones de dólares (1.077 millones de euros).

Doce años después, el 41% de la facturación de eBay proviene de Paypal. Su sistema de pago tiene 143 millones de cuentas, opera en 26 divisas y 193 países. No hay banco que pueda decir eso. Al día interviene en nueve millones de pagos, al segundo mueve 4.600 euros. El pasado año a través de Paypal circularon casi 179.000 millones de dólares, de los que la séptima parte fueron pagos con el móvil. Mientras su negocio total creció en 29%, sus pagos con teléfonos aumentaron en 100%.

“Los nuevos operadores están libres de los legados de los bancos: de sus sistemas obsoletos y costosas redes de distribución”, sostenía el presidente del BBVA en su artículo. “La banca ha descubierto que su competencia no es otro banco, sino una empresa de software”, añade Roca. Paypal no está solo; hay “pasarelas de pago”, así se las llama, a decenas: Pingit, Zapp, iZettle, Mymoid… “Desde bancos y operadoras nos intentan convencer de que es necesario tener un móvil con tecnología NFC, con una tarjeta SIM compatible y de que el consumidor solo puede pagar con la solución tecnológica de una única entidad financiera. Y volvemos a lo que llevamos viendo años, cada banco saca su propia solución, cada operadora su propia SIM… Y en medio quedan consumidores y comercios atrapados en una guerra tecnológica”, explica José María Martín, consejero delegado de Mymoid. “Con nosotros se puede pagar con el móvil, en cualquier comercio y sin que la tienda tenga que abordar costes tecnológicos”.

Todas las pasarelas se basan, prácticamente, en lo mismo: introducir una vez los datos de tarjeta y cuenta corriente, y con un clic se podrá comprar sin que pululen por el ciberespacio los datos, con la consiguiente incomodidad e inseguridad.

La compañía de comercio electrónico Dwolla se ha especializado en transferencia de dinero. Si esta es inferior a 10 dólares, sale gratis; si es superior, cobra 25 centavos. Si se opera con Square, un aparato que se agrega al móvil, su comisión más la bancaria puede subir al 6%; si se emplea Paypal la comisión es hasta de un 3,5% más 0,30 dólares. Dwolla mueve al día tres millones de dólares (2,6 millones de euros).

Sin embargo, la sensación del momento se llama Stripe. Un software que se instala y en minutos acepta cobros de cualquier tarjeta, olvidándose de complicadas negociaciones con cada entidad financiera. Stripe se lleva una comisión del 2,9%. Por si hay alguna duda de las posibilidades del invento, lo respaldan Thiel, cofundador de Paypal, y la sociedad de capital riesgo Sequoia.

“La banca tiene muchos negocios: banca de empresas, banca privada, gestión de inmuebles, gestión de activos o seguros”, recuerda el consultor Roca. “Y en todos ellos le surgen competidores que se hallan más cerca de la tecnología que del negocio clásico. Y no creo que en estos segmentos el competidor sea Google, Apple o Amazon; en cada sector habrá uno diferente”.

Transferwise, por ejemplo —de los mismos que inventaron Skype, o sea, hundieron las llamadas internacionales de las operadoras— permite enviar divisas entre particulares en más de 20 monedas con una comisión del 0,5% frente al 4,5% de los bancos.

Ya están aquí, no hay banco que tenga más cuentas registradas que Apple, unos 575 millones a través de iTunes, más los aparatos: 375 millones de iPhones y 155 millones de tabletas, máquinas de comprar con un solo clic. Y el mayor hipermercado de la galaxia, sin horarios ni fiestas de guardar, Amazon, tiene 230 millones de compradores a un clic de la tentación, y Google otros cientos de millones de cuentas registradas en su tienda GooglePlay y más de 1.000 millones de móviles con su sistema operativo, y Facebook, 1.250 millones de usuarios-clientes, sin olvidar al asentado Paypal.


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