A pesar de la excepcional coyuntura internacional que se les ha presentado a Bolivia y al resto de los países exportadores de materias primas, con precios excepcionalmente altos jamás vistos en el siglo XX, el performance económico del país ha sido muy mediocre porque el crecimiento de la economía ha llegado al 3,8 por ciento, o sea, si se descuenta la tasa de crecimiento de la población, éste apenas ha sido del 1,1 por ciento. Un indicador muy bajo que podía haber sido mejor, porque incluso hay naciones en África que con esta coyuntura internacional favorable han crecido hasta 35 por ciento. Bolivia no ha sabido aprovechar los recursos económicos generados por el incremento en los precios de las materias primas, para invertirlos en sectores que generen empleo y crecimiento. La tasa del 3,8 por ciento es casi la misma que logró el presidente Víctor Paz Estenssoro (1985-1989) tras haber concluido su periodo gubernamental y dado fin a la inflación. Por todo esto, el performance económico desmerece mucho los términos de comercio tan favorables que ha recibido el país.
Aparte, la tasa de inflación, con seguridad, ha superado la barrera del 12 por ciento, y hay otros analistas que incluso creen que ésta pueda llegar al 13 ó 15 por ciento hasta fin de año. Es inaceptable que, en una situación de bonanza económica, Bolivia tenga que sufrir este problema. Nuevamente para efectos comparativos, Paz Estenssoro, al acabar su gestión que derrotó la hiperinflación que llegó hasta el 23.500 por ciento anual en 1985, bajó la inflación a un dígito. Entonces, no puede ser que 22 años más tarde y en circunstancias externas tan excepcionales se tenga una inflación de dos cifras.
Más aún, a pesar de estos altos precios internacionales de la coyuntura mundial, Bolivia no ha exportado más. El incremento del valor de las exportaciones se debe íntegramente al efecto precio, pues éstas, en vez de aumentar, han disminuido. Son los casos de la exportación de hidrocarburos, debido a la falta de inversiones, y de los minerales, en este último se ha producido una caída general en la producción, a excepción del zinc y el antimonio.
Y, por supuesto, igual ha declinado la producción de productos agrícolas. Claro está que hay que reconocer que la producción interna ha disminuido en parte debido al fenómeno de El Niño, pero también la producción agrícola ha caído por la falta de seguridad jurídica, con los anuncios gubernamentales de reversión y confiscación de tierras, lo que ha tenido un efecto profundo en los productores que se han desanimado para invertir y producir más, por la incertidumbre que conllevan estas medidas políticas. La política le ha hecho mucho daño a la economía, que se basa principalmente en la certidumbre y la tranquilidad, dos temas muy afectados por la actual coyuntura política boliviana.
En cuanto al manejo fiscal, éste igualmente ha sido deficiente, a pesar de que se ha manifestado que el Tesoro General de la Nación (TGN) no gasta más de lo que recibe y que está produciendo superávit. En el manejo fiscal eso no es suficiente. No basta gastar lo que uno recibe, sino que no se puede gastar más; aunque uno tenga los recursos fiscales para hacerlo. El Gobierno ha gastado más del TGN, ha incrementado sus gastos y lo seguirá haciendo. Y aunque tenga más recursos, no hay duda de que el mayor gasto conlleva a tener un impacto sobre los precios.
Por otro lado, el Tesoro General de la Nación ha hecho poco o nada por controlar el incremento de gastos del resto del sector público no financiero, o sea, prefecturas, alcaldías y universidades, las que también se han beneficiado con muchos recursos por el mayor valor de las exportaciones que ha recibido Bolivia. Al incrementar sus gastos, estas entidades, sin duda, aunque cuenten con los recursos para hacerlo, provocan un impacto sobre la inflación. Entonces, en el manejo fiscal, el Gobierno no ha actuado oportunamente, no ha entendido cómo debe de realizarse esta labor. De nuevo, no basta con gastar lo que se recibe, y en este caso el mayor gasto tanto del TGN como del resto del sector público no financiero ha tenido su efecto sobre la inflación. Y para disminuir este impacto, lo que debería haber hecho el TGN era aumentar su superávit, porque el que tiene en este momento no es suficiente para compensar el mayor gasto en el que incurre junto con el resto del sector público no financiero.
Al respecto, el Banco Central de Bolivia ha estado tomando algunas medidas monetarias destinadas a contrarrestar la inflación, pero también éstas han sido tardías. Se ha tardado un año en tomarlas y tampoco han sido suficientes porque el sector privado, que también ha recibido más recursos económicos por efecto de esta coyuntura internacional favorable, igualmente los ha gastado. El ente emisor estatal ha tratado de neutralizar algunos de esos gastos a través de las operaciones de mercado abierto, que consisten en vender bonos para estabilizar y retirar dinero del mercado, y ha estado actuando con las tasas de canje legal, empero, eso no basta, porque los gastos del sector privado tienen un efecto multiplicador.
Algunos juicios para 2008
Bolivia también este año se ha cerrado mucho a la apertura de los mercados internacionales. Un grave error. Si Bolivia no tiene dinero para invertir en los sectores de hidrocarburos y minería, por lo menos debería haber dejado al sector privado para que invierta en textiles y maquila, y permitirle una apertura importante hacia el mercado norteamericano. Por otra parte, los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Europa hubieran generado bastante empleo, lo que lamentablemente igual ha sido desperdiciado. El país ha dejado pasar estas ofertas de apertura de mercados, y ha incurrido en un error al concentrarse en la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba) y el mercado interno, porque así, definitivamente, no hay crecimiento económico.
En cuanto al futuro, no me gusta lanzar predicciones, los economistas no son adivinos. Sin embargo, un aspecto que sí puede permitirnos realizar algunos juicios es el siguiente. Al analizar el Presupuesto General de la Nación del siguiente año, se ve claramente que los gastos corrientes van a aumentar en un 64 por ciento, y los gastos de inversión apenas en 19 por ciento. Además, en dicho presupuesto se establece que el incremento salarial anual estará entre 5 y 10 por ciento y, posiblemente, termine en niveles más altos. Todo esto nos da la pauta de que el año 2008 también va a ser un año inflacionario.
En cuanto al publicitado Plan Nacional de Desarrollo, éste no ha sido más que un ejercicio teórico que nunca se ha logrado aplicar por parte del Gobierno, porque como lo establece dicho planteamiento, se requiere de 12.500 millones de dólares para su implementación, de los cuales 7.500 millones de dólares tendrían que provenir del sector privado. Al imposible de ser viable por la intranquilidad política que existe en el país se suma la baja inversión que no supera el 10 por ciento, y la inversión externa ha sido prácticamente nula en este año que se va.
Bolivia, en el conjunto de los países latinoamericanos, se encuentra en el penúltimo lugar en la lista de naciones atractivas para las inversiones extranjeras, se halla solamente delante de Haití. Entonces, el Plan Nacional de Desarrollo no ha logrado implementarse ni se implementará mientras las condiciones de las políticas de cambio que impulsa el Gobierno involucren a la intranquilidad y la inseguridad jurídica. Es claro que en términos económicos, lo único que permite crecer a la economía es la inversión.
Al igual que los otros indicadores, el empleo sigue en el mismo nivel que lo dejó Víctor Paz Estenssoro hace 22 años, o sea, el desempleo abierto. En economía no hay secretos, para motivar el crecimiento de ésta hay que permitir la apertura de los mercados internacionales y dedicarse a la exportación, porque los mercados internos y del Alba son demasiado pequeños. En cambio, estamos haciendo todo lo contrario a esta lógica económica con la actual política de apreciación, que lo único que provoca es la penalización de las exportaciones. Está claro que la depreciación ha penalizado a los exportadores en 4,25 por ciento. Si seguimos en este plan hasta fines de 2008, la apreciación va a llegar al 8 por ciento y eso va a matar las exportaciones, porque seguramente habrá pocos exportadores que puedan ganar más del 10 por ciento, y si la apreciación les quita el 8 ó 9 por ciento anual, Bolivia no va a tener ningún incentivo para la exportación.
Juan Cariaga Osorio
Economista y escritor. Presidente de la Fundación Cariaga-Osorio. Ex Ministro de Finanzas. Consultor y conferencista internacional. Ocupó el cargo de directivo del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Ex presidente del Banco Nacional de Bolivia. Ex catedrático de la Universidad Católica Boliviana y de la Universidad Mayor de San Andrés. Tiene siete libros escritos.
Aparte, la tasa de inflación, con seguridad, ha superado la barrera del 12 por ciento, y hay otros analistas que incluso creen que ésta pueda llegar al 13 ó 15 por ciento hasta fin de año. Es inaceptable que, en una situación de bonanza económica, Bolivia tenga que sufrir este problema. Nuevamente para efectos comparativos, Paz Estenssoro, al acabar su gestión que derrotó la hiperinflación que llegó hasta el 23.500 por ciento anual en 1985, bajó la inflación a un dígito. Entonces, no puede ser que 22 años más tarde y en circunstancias externas tan excepcionales se tenga una inflación de dos cifras.
Más aún, a pesar de estos altos precios internacionales de la coyuntura mundial, Bolivia no ha exportado más. El incremento del valor de las exportaciones se debe íntegramente al efecto precio, pues éstas, en vez de aumentar, han disminuido. Son los casos de la exportación de hidrocarburos, debido a la falta de inversiones, y de los minerales, en este último se ha producido una caída general en la producción, a excepción del zinc y el antimonio.
Y, por supuesto, igual ha declinado la producción de productos agrícolas. Claro está que hay que reconocer que la producción interna ha disminuido en parte debido al fenómeno de El Niño, pero también la producción agrícola ha caído por la falta de seguridad jurídica, con los anuncios gubernamentales de reversión y confiscación de tierras, lo que ha tenido un efecto profundo en los productores que se han desanimado para invertir y producir más, por la incertidumbre que conllevan estas medidas políticas. La política le ha hecho mucho daño a la economía, que se basa principalmente en la certidumbre y la tranquilidad, dos temas muy afectados por la actual coyuntura política boliviana.
En cuanto al manejo fiscal, éste igualmente ha sido deficiente, a pesar de que se ha manifestado que el Tesoro General de la Nación (TGN) no gasta más de lo que recibe y que está produciendo superávit. En el manejo fiscal eso no es suficiente. No basta gastar lo que uno recibe, sino que no se puede gastar más; aunque uno tenga los recursos fiscales para hacerlo. El Gobierno ha gastado más del TGN, ha incrementado sus gastos y lo seguirá haciendo. Y aunque tenga más recursos, no hay duda de que el mayor gasto conlleva a tener un impacto sobre los precios.
Por otro lado, el Tesoro General de la Nación ha hecho poco o nada por controlar el incremento de gastos del resto del sector público no financiero, o sea, prefecturas, alcaldías y universidades, las que también se han beneficiado con muchos recursos por el mayor valor de las exportaciones que ha recibido Bolivia. Al incrementar sus gastos, estas entidades, sin duda, aunque cuenten con los recursos para hacerlo, provocan un impacto sobre la inflación. Entonces, en el manejo fiscal, el Gobierno no ha actuado oportunamente, no ha entendido cómo debe de realizarse esta labor. De nuevo, no basta con gastar lo que se recibe, y en este caso el mayor gasto tanto del TGN como del resto del sector público no financiero ha tenido su efecto sobre la inflación. Y para disminuir este impacto, lo que debería haber hecho el TGN era aumentar su superávit, porque el que tiene en este momento no es suficiente para compensar el mayor gasto en el que incurre junto con el resto del sector público no financiero.
Al respecto, el Banco Central de Bolivia ha estado tomando algunas medidas monetarias destinadas a contrarrestar la inflación, pero también éstas han sido tardías. Se ha tardado un año en tomarlas y tampoco han sido suficientes porque el sector privado, que también ha recibido más recursos económicos por efecto de esta coyuntura internacional favorable, igualmente los ha gastado. El ente emisor estatal ha tratado de neutralizar algunos de esos gastos a través de las operaciones de mercado abierto, que consisten en vender bonos para estabilizar y retirar dinero del mercado, y ha estado actuando con las tasas de canje legal, empero, eso no basta, porque los gastos del sector privado tienen un efecto multiplicador.
Algunos juicios para 2008
Bolivia también este año se ha cerrado mucho a la apertura de los mercados internacionales. Un grave error. Si Bolivia no tiene dinero para invertir en los sectores de hidrocarburos y minería, por lo menos debería haber dejado al sector privado para que invierta en textiles y maquila, y permitirle una apertura importante hacia el mercado norteamericano. Por otra parte, los tratados de libre comercio con Estados Unidos y Europa hubieran generado bastante empleo, lo que lamentablemente igual ha sido desperdiciado. El país ha dejado pasar estas ofertas de apertura de mercados, y ha incurrido en un error al concentrarse en la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba) y el mercado interno, porque así, definitivamente, no hay crecimiento económico.
En cuanto al futuro, no me gusta lanzar predicciones, los economistas no son adivinos. Sin embargo, un aspecto que sí puede permitirnos realizar algunos juicios es el siguiente. Al analizar el Presupuesto General de la Nación del siguiente año, se ve claramente que los gastos corrientes van a aumentar en un 64 por ciento, y los gastos de inversión apenas en 19 por ciento. Además, en dicho presupuesto se establece que el incremento salarial anual estará entre 5 y 10 por ciento y, posiblemente, termine en niveles más altos. Todo esto nos da la pauta de que el año 2008 también va a ser un año inflacionario.
En cuanto al publicitado Plan Nacional de Desarrollo, éste no ha sido más que un ejercicio teórico que nunca se ha logrado aplicar por parte del Gobierno, porque como lo establece dicho planteamiento, se requiere de 12.500 millones de dólares para su implementación, de los cuales 7.500 millones de dólares tendrían que provenir del sector privado. Al imposible de ser viable por la intranquilidad política que existe en el país se suma la baja inversión que no supera el 10 por ciento, y la inversión externa ha sido prácticamente nula en este año que se va.
Bolivia, en el conjunto de los países latinoamericanos, se encuentra en el penúltimo lugar en la lista de naciones atractivas para las inversiones extranjeras, se halla solamente delante de Haití. Entonces, el Plan Nacional de Desarrollo no ha logrado implementarse ni se implementará mientras las condiciones de las políticas de cambio que impulsa el Gobierno involucren a la intranquilidad y la inseguridad jurídica. Es claro que en términos económicos, lo único que permite crecer a la economía es la inversión.
Al igual que los otros indicadores, el empleo sigue en el mismo nivel que lo dejó Víctor Paz Estenssoro hace 22 años, o sea, el desempleo abierto. En economía no hay secretos, para motivar el crecimiento de ésta hay que permitir la apertura de los mercados internacionales y dedicarse a la exportación, porque los mercados internos y del Alba son demasiado pequeños. En cambio, estamos haciendo todo lo contrario a esta lógica económica con la actual política de apreciación, que lo único que provoca es la penalización de las exportaciones. Está claro que la depreciación ha penalizado a los exportadores en 4,25 por ciento. Si seguimos en este plan hasta fines de 2008, la apreciación va a llegar al 8 por ciento y eso va a matar las exportaciones, porque seguramente habrá pocos exportadores que puedan ganar más del 10 por ciento, y si la apreciación les quita el 8 ó 9 por ciento anual, Bolivia no va a tener ningún incentivo para la exportación.
Juan Cariaga Osorio
Economista y escritor. Presidente de la Fundación Cariaga-Osorio. Ex Ministro de Finanzas. Consultor y conferencista internacional. Ocupó el cargo de directivo del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Ex presidente del Banco Nacional de Bolivia. Ex catedrático de la Universidad Católica Boliviana y de la Universidad Mayor de San Andrés. Tiene siete libros escritos.
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