Bustos de presidentes y dictadores, alegorías zalameras y condescendientes, fotos personales y familiares de hombres acaudalados y poderosos... han servido de figuras y leyendas en el dinero que los bolivianos y bolivianas han usado desde el génesis de la República. Las monedas y billetes han sido vehículos de expresión del poder de la clase dominante de diferentes épocas de nuestra historia.
Ésta es una de las facetas que se pueden identificar en la colección numismática del Banco Central de Bolivia que dejó las instalaciones del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), para volver a las entrañas de su casa situada entre las calles Mercado y Ayacucho. Una exposición que también tiene medallas y monedas conmemorativas; en total, 343 piezas invaluables.
Los bustos coloniales
“Las imágenes y los emblemas que se utilizan (en el dinero) siempre han sido de la élite de turno”, asegura Ramiro Molina, director del Musef. El curador Gustavo Zuñavi explica que estas representaciones de poder son una herencia de la Colonia, con la aparición de un elemento figurativo clave en las monedas: el busto del rey, acompañado por el escudo de España y con una serie de alegorías escritas a su alrededor.
Al mejor estilo de los emperadores romanos, el busto fue el ingrediente al que recurrieron personajes de la élite gobernante para aparecer en el dinero metálico. Con el nacimiento de la República, continúa Zuñavi, la monarquía ibérica fue reemplazada por la imagen del libertador venezolano Simón Bolívar, en monedas de oro y plata.
El caso más paradigmático en la historia numismática boliviana es el de Mariano Melgarejo, el gobernante que dejó grabada su vanidad de poder en el dinero que circuló durante su mandato, de 1864 a 1871. Un año después de su asunción, el cochabambino dio venia para la acuñación de los “pesos Melgarejo”, que llevaban en el anverso la efigie del militar rodeada por la inscripción “AL PACIFICADOR DE BOLIVIA”.
El medio y el cuarto Melgarejo incluyeron el busto de su hombre de confianza, el secretario general Mariano Donato Muñoz. Otra de sus travesuras incluida en monedas y billetes, fue la imagen de las 11 estrellas, en alusión a los 11 departamentos, ya que Melgarejo le dio esa condición a su natal Tarata, cuya capital era la ciudad Melgarejo, y a Mejillones, con capital en Corocoro.
Otro personaje llamativo, según Zuñavi, es Manuel Isidoro Belzu, que gobernó entre 1848 y 1855. El “Tata”, como lo llamaban sus seguidores, si bien no usó su imagen en el dinero circulante, motivó la aparición de medallas y monedas conmemorativas que tenían inscritas alegorías de gente que quería congraciarse con este paceño crítico de la oligarquía, ya sea para celebrar su natalicio o el aniversario de su nombramiento como presidente.
Inclusive, tras el atentado que Belzu sufrió en Sucre, el 6 de septiembre de 1850, se hizo acuñar medallas que muestran la Rotonda sucrense que el gobernante mandó erigir en el lugar donde sus agresores le dieron por muerto, con la leyenda: “AL SER SUPREMO QUE SALVÓ A BOLIVIA”; otras piezas similares refutaron el fallido magnicidio con representaciones iconográficas del “Crimen”, con una túnica que le cubre los ojos y perseguido por la “Providencia”.
Mineros e influencia política
Uno de los grupos de poder que no escapó a la tentación de figurar en billetes o medallas fue el de los potentados mineros. Los azogueros que desde tiempos coloniales tuvieron influencia en las actividades políticas potosinas, auspiciaron medallas para vanagloriar a presidentes como José Ballivián, por el primer aniversario de su victoria en la batalla de Ingavi, en 1842.
El magnate minero Francisco Argandoña también formó parte de este círculo. Bajo el paraguas del banco que llevaba su nombre, el hombre que fue bautizado con el título de Príncipe de la Glorieta por el papa León XIII, emitió entre 1893 y 1920 billetes que tenían su imagen o la de su esposa, doña Clotilde Urioste, además del Castillo de la Glorieta de Sucre, su casa que actualmente es monumento nacional.
También está Simón Patiño, el llamado “rey del estaño”, quien en 1911, mediante su ente financiero, el Banco Mercantil, dedicó dos billetes a tres de sus familiares: el de 100 bolivianos tenía la efigie de su esposa Albina Rodríguez, y el de 50 bolivianos, la imagen de sus hijas Graziella y Elena.
Otras esposas a quienes se rindió tributo con medallas acuñadas, fueron la del mariscal Andrés de Santa Cruz, Francisca Paula Cernadas, quien recibió en 1835 una medalla de parte de los empleados públicos de la Villa Imperial, y la compañera del general José Ballivián, Mercedes Coll, quien fue halagada con otra presea en mérito a “sus virtudes”, como reza la inscripción.
La vanidad contemporánea
En el siglo XX, los “gobiernos socialistas” de David Toro y Germán Busch dejaron su impronta en las monedas de 10 y 50 centavos. Tras 1952, los líderes de la revolución nacional recuperaron los bustos de Busch y de Gualberto Villarroel en los billetes, e incluso Víctor Paz Estenssoro mandó hacer medallas que lleven la inscripción “independencia económica”, por sus reformas.
Incluso Hugo Banzer, durante su dictadura, en 1975, por los 150 años de la República, encargó a la Casa Da Moeda de Lisboa, la acuñación de medallas-monedas de 500, 250 y 100 pesos bolivianos que llevaron su efigie sobrepuesta a la del libertador Bolívar. Una muestra más del rostro contante y sonante del poder en la historia.
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