22 julio 2007

“La apreciación del boliviano puede golpear las exportaciones”


En Bolivia no hay un problema serio de inflación, aunque lo ideal sería tener una tasa más baja que la actual”

Llegó para inaugurar el nuevo edificio de la Corporación Andina de Fomento (CAF) ubicado en la avenida Arce. A su paso por el país, el boliviano Enrique García, quien preside la entidad, entabló un contacto con La Prensa y señaló que hoy Bolivia, a pesar de un leve incremento de precios, goza de estabilidad macroeconómica, pero recomendó tener cuidado con la apreciación acelerada del boliviano porque lo malo de esta política es que puede afectar la competitividad de las exportaciones.

En las semanas recientes, el Banco Central de Bolivia (BCB) comenzó a acelerar la apreciación del boliviano y la devaluación de la moneda estadounidense como una medida tendente a controlar el crecimiento de precios. El viernes, el dólar bajó por sexta ocasión en el año, a 7,89 bolivianos.

García aseguró que la inflación está controlada y no debe generar alarma porque hay un adecuado manejo fiscal, aunque sugirió aprovechar mejor la coyuntura para fortalecer el aparato productivo.

—¿Cómo evalúa la CAF la situación económica del país?

—No hay duda de que Bolivia, al igual que el resto de América Latina, está viviendo una coyuntura muy favorable en términos económicos, si se comparan los últimos 30 años. Es la mejor coyuntura macroeconómica que ha tenido la región, y Bolivia está entre los países que más se han beneficiado de esta coyuntura mundial favorable. Las cifras son muy claras, el crecimiento económico, en promedio, fue del 5 por ciento y Bolivia está cerca. Esto fue posible en el marco de un aumento importante del volumen de las exportaciones que permitió a Bolivia alcanzar un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos de 12 por ciento del PIB, en comparación con el 5 por ciento de déficit que tenía en otros años.

Esto también se traduce en el crecimiento de las reservas internacionales netas de 900 millones hace cuatro años a más de 4.000 millones de dólares. El nivel de inflación es relativamente bajo, esto en un contexto de superávit fiscal que el año pasado fue del 5 por ciento, cosa que no es común porque el déficit del sector público estaba en alrededor del 9 por ciento. Si sumamos todo eso, creo que todos aquellos que han tenido la oportunidad de ser ministros de Economía o de Hacienda de este país tienen que ver con mucha envidia la diferencia que es tener una coyuntura de esa naturaleza. Además, con el perdón de deuda del BID, del Banco Mundial y otros organismos, el perfil de endeudamiento de Bolivia hace que pueda mirar con optimismo el futuro. Lo que sí hay que aprovechar es esta coyuntura tan favorable, ligada al ciclo positivo de la economía mundial en que China, países asiáticos, Estados unidos, Japón... presentan condiciones favorables que hacen que las exportaciones desde Bolivia tengan un incremento en precios notable. Pero estos ciclos no son eternos, durarán dos a tres años más. Por eso, el país debe superar hoy problemas estructurales que le den a la economía un patrón de crecimiento económico más alto, no bastan tasas de 5 por ciento, hay que buscar 6 ó 7 por ciento en forma sostenida.

—¿Cómo se logrará esto?

—Utilizando la plataforma de los recursos naturales para una transformación productiva que permita generar valor agregado, empleos y una base sólida que facilite la industrialización o desarrollo de servicios que ayuden a crear fuentes de trabajo de calidad y reducir la informalidad. Por otra parte, se debe crear ingresos y oportunidades en educación, salud. Para eso es necesario aumentar la inversión pública, pero fundamentalmente la privada. El otro desafío es mejorar la productividad y para eso se necesita una serie de elementos que van desde la reducción de costos de transporte, infraestructura caminera, educación, optimizar el sistema financiero, la institucionalidad. Se debe emular los ejemplos de Finlandia, Noruega, que sin dejar los recursos naturales consolidaron una base tecnológica y de servicios importante.

—En lo macroeconómico se destaca la estabilidad, pero en las últimas semanas la gente ha sentido preocupación por el alza de precios.

—Ése es un tema que debe cambiar. En la cultura crítica la gente nunca está satisfecha. Cuando no hay inflación pero tampoco crecimiento económico se protesta, y cuando suben un poco los precios y hay bonanza sucede lo mismo. La pregunta es ¿hay un problema serio de inflación en Bolivia? Yo creo que no, absolutamente. Hay un cierto incremento en el promedio anual de la inflación, pero no hay nada grave. La gente no se acuerda de que Bolivia vivía con hiperinflaciones recurrentes; hace 20 años el nivel de inflación era bajo con tasas de 12 a 14 por ciento, hoy estamos hablando de un promedio de 6 por ciento, lo ideal sería que fuera más baja, pero no hay problema. Creo que las autoridades están evitando que la demanda monetaria crezca por encima de los límites.

—¿Las políticas que siguen las autoridades para contener la inflación son las adecuadas?

—Me parece que la política de mantener un superávit fiscal bastante alto es sana.

—Una de las políticas que aplica el Banco Central es una depreciación más acelerada del dólar. ¿Esto no es contraproducente para la competitividad de las exportaciones?

—En economía no todo es perfecto. La apreciación del tipo de cambio no es responsabilidad del Gobierno, porque es resultado de un exceso de divisas en la economía. Una cosa buena para el país es el aumento de exportaciones, de las reservas internacionales y de la llegada de capitales, pero al mismo tiempo hace que las monedas de los países se fortalezcan y tiene factores positivos incluso para controlar la inflación. Pero también tiene su lado negativo porque puede golpear a los sectores exportadores, pero en el balance la apreciación del boliviano no es grave, hay que mirar el caso de Brasil y Colombia, donde la apreciación ha sido fuerte.

Tener monedas fuertes no necesariamente es malo, la competitividad debe verse no sólo analizando el tipo de cambio, sino también la tecnología, la eficiencia y otros factores. Ni me preocuparía, pero hay que estar alertas y tener cuidado en estas intervenciones.

—¿No se debe ahorrar para las épocas de “vacas flacas”?

—Es una política sana que parte de los excedentes que se generan en un ciclo alto se la destine a un fondo de estabilización para que en los años de “vacas flacas” no haya impactos negativos.

—¿A dónde deben apuntar las inversiones para no seguir dependiendo de hidrocarburos y minería?

—No se debe descartar la inversión en minería e hidrocarburos e impulsar su transformación, pero también se debe incentivar el desarrollo de otros rubros, mirar las ventajas comparativas y mirar al mundo, y para eso no bastan acuerdos de libre comercio, sino la transformación productiva.

—Pero los empresarios aún están susceptibles por la política de nacionalización del Gobierno y lo que pueda determinar la Asamblea Constituyente.

—Los procesos de transformación que impulsa el Gobierno significan un shock importante de cambios. Los ajustes en los hidrocarburos y la minería han tenido un impacto, pero lo positivo es que terminaron. Yo recuerdo que hace un año se decía que ninguna empresa del sector hidrocarburos iba a firmar los contratos, pero firmaron todas y ahora pueden hablar de reglas de juego claras. Lo mismo va a suceder en otros sectores y lo importante es que durante este año se pueda cerrar los cambios y transformaciones y definir las reglas de juego.

“El Gobierno debe atraer inversión y aprovechar la bonanza internacional en los precios de los minerales”

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