Tras la advertencia lanzada por la calificadora de riesgo Standard and Poors, que puso en duda el cumplimiento de Estados Unidos de sus compromisos de deuda, analistas advierten que el dólar podría perder su fortaleza como moneda de referencia mundial.
“Dañaría seriamente el estatuto de moneda de reserva” del dólar, explicó Steven Ricchiuto, economista de Mizuho Securities sugiriendo un mundo en el cual la moneda norteamericana ya no sería la referencia.
Descrito por algunos como un “privilegio exorbitante”, el estatuto del dólar le aporta a Estados Unidos de 40.000 a 70.000 millones de dólares cada año, según un estudio del gabinete McKinsey publicado en 2009.
Los activos estadounidenses son más atractivos para los inversores extranjeros porque están cotizados en una moneda estable y siempre buscada.
Esta fuerte demanda se traduce en facilidades para conseguir préstamos baratos para el gobierno estadounidense, y también para los consumidores y las empresas.
En el mundo de los mercados de crédito, la triple A es sinónimo de “dejar pasar”.
Los países y empresas que la poseen pueden endeudarse a tasas muy interesantes, contrariamente a los otros.
Por tanto, cuando la agencia S&P advirtió el lunes que Estados Unidos tenía una chance sobre tres de perder su nota AAA en los dos próximos años provocó estupor, en particular en los mercados financieros.
Pero el impacto más importante fue tal vez hacer no sólo imaginable sino probable la hasta ahora impensable baja de la nota de Estados Unidos.
“Si en dos años no hemos no solamente hecho nada, sino acumulado 2.500 millones de dólares de deuda suplementaria, no será más una chance sobre tres”, previno Ricchiuto.
“La probabilidad de que eso pase es creciente”, agregó, apuntando directamente a las diferentes fuerzas políticas que discrepan sobre las formas de reducir el déficit presupuestario.
Para los consumidores, una baja de la nota provocaría un alza de las tasas hipotecarias, hundiendo un mercado inmobiliario ya sombrío, precisó Inna Mufteeva, del banco Natixis.
Por su lado, las empresas “verían aumentar sus costos de financiamiento, lo que penalizaría las inversiones productivas”, agregó.
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