Las inversiones extranjeras siguen esquivas para Bolivia a pesar de los repentinos (y millonarios) esfuerzos del gobierno por atraerlas.
Algo falló en el contrato con el Financial Times para el evento de Nueva York, que, a pesar de haber pagado cerca de medio millón de dólares, resultó más que un fiasco: el propio diario londinense denunció que Evo Morales no es demócrata.
Será difícil que un inversionista llegue a un país gobernado por una persona que ha sido definida como no demócrata por el FT, una autoridad mundial en esa materia.
Las petroleras tampoco han sido tentadas por los ofrecimientos del vicepresidente de que les daría “premios” y “privilegios” si invertían en exploración. Ahora se ha revelado uno de esos “premios”: se les pagará US$ 55 por barril de petróleo de los campos que sean descubiertos a partir de ahora. En este momento, el negocio es un absurdo, porque el precio internacional del crudo está por debajo de US$ 50. Pero, como se sabe, la necesidad tiene cara de hereje.
Las petroleras, es cierto, no están invirtiendo en ningún otro país, por la misma razón. No confían tampoco en que el precio vaya a crecer en un futuro próximo, lo que aumenta dramatismo a la situación de Bolivia, que necesita elevar las reservas más rápido que de inmediato.
Las empresas mineras tienen similares motivos para no invertir, pero tienen también que evaluar la inseguridad que vive el sector, por los avasallamientos y asaltos, que se dan en estos mismos días, con muertos incluidos.
Los empresarios del sector agrícola están aterrados por El Niño, los avasalladores, las prohibiciones de exportar, los aumentos salariales que ordena el gobierno, los dobles aguinaldos y, sobre todo, por el contrabando de los países vecinos.
Si se mira bien, el único inversionista que ha llegado a Bolivia en todos estos años es Carlos Gil, o Gill, según escriben algunas publicaciones.
Comenzó con medios de comunicación convencionales, pagando probablemente demasiado por cada uno de ellos, pero luego se interesó en empresas de otros sectores, como del transporte ferroviario o las oleaginosas.
Ahora está transfiriendo algunos medios de comunicación, quizá porque ha querido concentrar sus esfuerzos y sus recursos, en sectores más prometedores. Controla los ferrocarriles de Bolivia cuando en la región hay mucha inquietud por las comunicaciones que atraviesen el continente.
¿Cómo fue tentado Carlos Gil para venir a Bolivia? Le convendría al gobierno identificar todo eso para ver si es posible usar esos mismos argumentos para atraer a otros inversionistas. Porque, como se ha visto hasta ahora, los otros métodos no sirven.
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