¿Quiénes finalmente determinan los precios de los productos y servicios que a diario consumimos? En países serios y donde no funciona el dedo político, los fija el mercado en función de costos de producción, oferta, demanda, calidad del servicio, competencia y otras variables. Eso sí, se regula desde el Estado la competencia, no hay monopolios u oligopolios ni privados ni públicos que controlen y manipulen precios.
Los precios para los monopolios naturales (donde la competencia no es posible de generar -agua, electricidad, gas natural, etcétera-) se establecen a través de cálculos tarifarios, donde una autoridad competente y calificada calcula las mismas a base de una estructura de costos debidamente estudiada y una rentabilidad razonable preestablecida. Estos servicios públicos sin una tarifa adecuada no se expanden y se deterioran.
Existen políticas públicas para incentivar o desincentivar el uso de un producto o servicio mediante el uso de impuestos (tabaco, alcohol y otros productos nocivos para la salud humana versus energías renovables). Estos gravámenes deben ser estudiados a fondo por instituciones colegiadas antes de su aplicación, tal cual ocurre en países serios y donde el dedo desde el poder político no es posible.
Finalmente, existen los precios fijados a dedo por los políticos de turno. No se asientan sobre análisis económicos profundos. Resultan generalmente de designios o intereses particulares, para favoritismos políticos o sencillamente para ganar votos y mantenerse en el poder. Precios y tarifas bajas son la consigna para aparecer como figura mesiánica o salvadora ante el pueblo.
Precisamente en este afán de fijar precios bajos "soberanos, justos, dignos”, llámese como se desee, es que se ha contribuido a llevar a Venezuela al más profundo abismo económico. Precios de cemento a dedo, precios de alimentos a dedo, tarifas de servicios a dedo, precios de medicamentos a dedo, precios de hidrocarburos a dedo, precios del dólar a dedo. Todo a dedo.
Con esta dinámica de fijar precios a dedo han logrado desmantelar el aparato productivo, generar desabastecimiento y endeudar al país, muy a pesar de que se manejaban exportaciones de casi dos millones de barriles al día (MMBbl/día) con un precio del petróleo a 100 dólares por barril ($us/Bbl). Precios irrisorios de energía fijados a dedo han hecho que Venezuela tenga que importar gas, diésel, petróleo y que tenga constantes racionamientos eléctricos. Inaudito para el país con las reservas más grandes de petróleo y gas de la región.
Esto no tiene parangón en la historia.
Sacar a Venezuela de este abismo económico será extremadamente complicado. Peor con los actuales precios de petróleo. Tarea nada fácil para la actual o futura administración de gobierno que tendrá que hacer profundos ajustes en la economía, sincerar precios y tarifas y encarar privatizaciones. Los más impactados serán sus ciudadanos y en particular los que menos recursos económicos tienen.
Cosa similar ha ocurrido en Argentina, pero no de la misma magnitud. En Argentina el sector más golpeado por los precios y tarifas a dedo fue el de la energía y pasaron una fuerte factura.
La producción de gas natural se vio mermada, se cortaron exportaciones y luego se comenzó a importar gas natural; costoso gas natural para venderlo a bajo precio en el mercado interno. Era una ecuación que el mundo observaba con asombro y tremenda incredulidad. En todo caso, producir gas natural costoso en vez de importarlo y venderlo barato en el mercado interno tenía mucho más sentido. El déficit energético se abultó por las importaciones de gas y contribuyó a la ausencia de dólares.
Los precios bajos y las tarifas bajas de electricidad fijadas a dedo diezmaron la infraestructura de generación, transporte y distribución. Resultado: racionamientos eléctricos constantes desde hace varios años y la importación de electricidad de países vecinos a precios spot y elevados.
En petróleo ocurrió lo mismo. Se fijaron precios bajos en el mercado interno cuando en el internacional estaban por las nubes, para subsidiar. Ahora que los precios internacionales están bordeando los 30 $us/Bbl, Argentina, para incentivar exploración, mantiene precios entre 63 y 67 $us/Bbl para su mercado interno.
Como se acostumbró al pueblo a que el dedo funcione, las provincias de Chubut y Santa Cruz exigen que se fijen precios similares al mercado interno para fomentar exportación de petróleo no apto para el mercado interno y, por ende, actividad económica. Es decir, piden subsidiar las exportaciones petroleras. Otra aberración.
Hay muchos otros ejemplos en la región y el mundo en esta misma dinámica. Con estos dos ejemplos, ¿no sería mejor dejar que el precio internacional del petróleo sea el que marque la referencia para remunerar la exploración? ¿Es mejor un precio de mercado o un precio fijado desde un asiento político? La historia nos sigue demostrando que precios fijados a dedo, precios bajos y subsidios prolongados son detrimentales para nuestras economías en el largo plazo.
* Actual Socio Director de Gas Energy Latin America y Drillinginfo
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