Como los distinguidos lectores que tomaron alguna clase de economía en la universidad podrán validar, comúnmente los términos de crecimiento y desarrollo económico se usan como sinónimos; sin embargo, existen variadas diferencias entre ellos. Por un lado, puede definirse al "crecimiento económico” como el incremento sostenido del producto total de bienes y servicios que se generan en una sociedad.
El crecimiento en el producto total puede darse bien por un aumento en los factores de producción -tierra, trabajo y capital- o porque se genere un aumento en la productividad de los factores utilizados. Si aumenta la población puede haber crecimiento del producto total, pero no necesariamente del producto per cápita; más aún, si la tasa de crecimiento de la población crece a mayor ritmo que el producto, la resultante será una disminución del producto per cápita, tal como ocurrió en los últimos años en muchos países de nuestra región. Aquí surge la primera crítica sustancial al crecimiento de la economía como un indicador de que una sociedad esté mejor. Hoy en día se observa que la riqueza se concentra en pocos grupos de poder y esto se da en muchos casos con un uso poco responsable de los factores de producción, explotando el capital, la tierra, las redes de contacto y a los seres humanos de manera desmedida.
Por otro lado, el término "desarrollo económico” significa un crecimiento económico acompañado por cambios sustanciales en estructuras cualitativas, que engloban tres ámbitos de importancia: i) disfrutar de una vida prolongada y saludable; ii) obtener conocimientos y iii) vivir una vida digna.
Según Felipe Zermeño, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un crecimiento de la economía que no considere los tres ámbitos de análisis citados es espurio, y no logrará que los índices cuantitativos de mejora económica se vean reflejados en la sociedad civil en su conjunto. Si no se tienen estas oportunidades esenciales, muchas otras alternativas siguen inaccesibles; si la economía no consigue equilibrar los tres factores, puede generarse una considerable frustración dentro de las sociedades. Naturalmente, en este contexto, cabe aclarar que la generación sustentable de fuentes de empleo aún es un factor fundamental en el desarrollo enfocado en el ser humano, pero dicha importancia viene en la medida en que el empleo, y los beneficios que éste genera, permiten a los seres humanos contar con los medios para satisfacer las tres necesidades anteriormente citadas.
En esa línea, Social Progress Imperative, una organización de investigación en cuyo Consejo Consultivo participan personalidades como Judith Rodin, Michael Porter y Hernando de Soto, entre otros, en 2015 lanzó internacionalmente el Índice de Progreso Social (IPS) para 133 países, a través de 53 variables estructuradas en 12 componentes, entre los cuales se puede encontrar el acceso a la educación básica y superior, la salud, la seguridad personal, el acceso a vivienda digna, medio ambiente y el acceso a oportunidades, incluyendo derechos civiles y libertades esenciales, tolerancia e inclusión social. Según Carlos Gustavo Machicado, director del Inesad y reconocido profesor de economía en nuestro país, el IPS se diferencia de otros indicadores en que es basado en outputs y no en inputs. Los índices basados en inputs toman en cuenta las decisiones de política o las inversiones que se sabe o se percibe que conducirán al logro de resultados (outcomes). Los indicadores basados en outcomes, como el IPS, miden los resultados de las decisiones de inversión. En esa dirección, la versión 2016 de dicho Índice, publicado internacionalmente el 28 de junio de este año, muestra que Bolivia ocupa el puesto 72 en el mundo (con una calificación de 64,7 sobre 100), uno de los puestos más bajos en
Latinoamérica, superando sólo a Nicaragua (78), Venezuela (81) y Guatemala (87).
Machicado hace notar que Bolivia ocupa el puesto 82 en el componente de necesidades básicas, la posición 59 en fundamentos del bienestar y el 65 en la generación de oportunidades. A pesar de estos lugares poco privilegiados, destaca que entre 2015 y 2016 Bolivia logró reducir el porcentaje de la población en estado de desnutrición de 19,5% a 15,9%, y el déficit alimentario en 23%.
Entonces, con base en la interesante información que brinda el IPS y los datos que año tras año registra oficialmente nuestra economía, se puede concluir que Bolivia ha crecido económicamente; empero, dicho crecimiento no es suficiente para brindar a toda la sociedad las oportunidades necesarias para prosperar. Como señala Amartya Sen, hace falta crear condiciones que permitan un reparto íntegro y justo de los beneficios de la economía.
La meta de un Estado Plurinacional más justo, equitativo y solidario, establecida en nuestra Constitución, debe alimentarse, más aún en estos tiempos de crisis económica, de opciones reales y más que todo sustentables, que no impliquen sólo transferencias directas condicionadas a sectores específicos de la población. En esa línea, en el marco de la búsqueda del "vivir bien” de toda la sociedad -término que hace mucho no escucho en los discursos oficiales-, se debe impulsar mecanismos que vinculen a los diferentes actores económicos bajo un marco "ganar-ganar”, brindando la posibilidad a aquellos con pocas oportunidades de crecer y prosperar.
* El autor es economista y experto en
estrategia financiera.
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