No es una cuestión semántica, se trata de estrategia de comunicación política. Mauricio Macri, el presidente argentino, es presentado, por algunos, como el verdugo de las reformas, un "ajustador” de los argentinos.
Dice el presidente de Ecuador, Rafael Correa, que en el continente se vienen vientos de ajuste y derecha fuertes, y con amenaza de tormenta. Su mirada está puesta en Argentina. Todo sube, los subsidios se quitaron, la electricidad está por las nubes, el gas y el transporte triplicaron el precio… Nada se dice de que antes la electricidad costaba menos que la Coca-Cola y que el transporte era una carga enorme para los presupuestos gubernamentales.
El viernes, Correa lanzó una reforma tributaria que incrementa más aún, pues eran productos ya gravados, los precios del tabaco y el alcohol; y por primera vez, el de las bebidas azucaradas. Sólo para tener una idea, la Coca-Cola de tres litros en Ecuador costará alrededor de 27 bolivianos.
Macri se está ganando la imagen del hombre de las reformas, ya no hay duda de ello; aunque su principal asesor en campaña le haya predicho la suerte de los "ajustadores”: la cárcel o el exilio. No hace una semana de que Jaime Durán Barba, el asesor político de Macri, dijo en una entrevista a un medio argentino: "Tengo tres amigos que llegaron al Gobierno e hicieron ajustes (Gonzalo Sánchez de Lozada, Fabián Alarcón y Jamil Mahuad). Los tres están o estuvieron presos o prófugos”.
Del ajuste no sale nadie con la imagen bien parada. Eso lo saben todos los políticos del siglo XXI. Quizá hubo excepciones como la del presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro, quien sacó a Bolivia de la más profunda crisis en la década de los 80. La diferencia debe haber radicado en que durante el centralismo de la tecnocracia, los ajustes eran de valientes y milagrosos. Hoy son acciones que pintan al diablo en la pared.
Las reformas de Macri fueron usadas durante la campaña política previa al referéndum, como la demostración de adónde podrían ir los cambios de línea y en Ecuador el ejemplo también ha sido usado.
En Ecuador, el presidente Correa ha mencionado, como de pasada, lo terrible de la realidad argentina ahora. Y ha buscado diferenciarse de Macri, francamente. Correa hace ajustes. Incluso señala que son necesarios. En una entrevista de video publicada en la página web de El Comercio, dice con todas las letras y sin temor a dañar su imagen que después de analizar la crisis petrolera "por supuesto que hay que hacer ajustes”; pero -y ahí la gran diferencia- ellos estarán centrados en recortar lo fastuoso y dañino como el tabaco y el alcohol.
Es decir, una política de reforma con "conciencia de padre”. Intentar recaudar fondos y además modificar los malos hábitos alimenticios de los ecuatorianos. Una cuestión buen pensada desde la imagen política. Tal cual el gobierno inglés, que decidió por la misma medida, aduciendo la salud de la gente, con la salvedad de que los impuestos a las bebidas azucaradas se pondrán en vigencia en 2018 para permitir que la industria adecúe su producción a las normas.
Pero volviendo al tema, los ajustes de Correa son necesarios y él asegura que no irán contra los más pobres ni la clase media. Hace la diferenciación de lo hecho por Macri, situando la decisión de su administración a otro nivel: "no vamos a hacer ajustes con el gas, el teléfono, la electricidad, sino con los artículos suntuarios”. Es así que en realidad deja de ser un "ajustador” como Macri, quien sí hace ajustes en los rubros no tocados por Correa. Este último es, entonces, un hombre de ajustes necesarios, un hombre responsable, que actúa por el bien común.
El diablo, en cambio, se viste de "ajustador”, en la piel de Macri, un exempresario, ergo, en el imaginario colectivo insensible y poco confiable. Ajustador porque quita los subsidios del transporte, la electricidad y el gas. Ése ya es el peso de su imagen anterior a la que acompañan fuertemente también los logros y las victorias.
¿La diferencia? Los rubros. Quien hace más caro el consumo de alcohol es responsable y quien lo hace con otros servicios para estabilizar la economía es satanizado. Y es claro, cuando te quitan tres monedas no gritas, pero si te revuelven el bolsillo entero, entonces sí. Hay en una y en otra una intención de actuar responsablemente, pero el dolor es distinto y responde a la profundidad de la dolencia del país.
* La autora es especialista en comunicación estratégica.
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