13 junio 2016

“El país se encuentra aquejado de una enfermedad holandesa aguda”



En esta segunda parte de la entrevista que le realizó el suplemento CAPITALES, Juan Carlos Zuleta Calderón, economista con Maestría en Economía Agrícola y Aplicada de la Universidad de Minnesota (EEUU) y estudios de Doctorado en Economía en la New School for Social Research, se refiere a distintos temas de la coyuntura nacional.

Por ejemplo, habla de la demanda interna y de la inversión pública, de la desindustrialización del país, del tipo de cambio y del déficit fiscal, entre otros.

La primera parte fue publicada el martes pasado y giró en torno a la economía del litio.

CAPITALES (C). ¿Se ratifica en la posición expresada en uno de sus artículos en sentido de que “el aumento de la demanda interna solo fue posible gracias al crecimiento de las exportaciones totales”? ¿Coincide o no con el Gobierno cuando dice que tanto la demanda interna como la inversión pública son virtudes del Modelo Económico Social Comunitario y Productivo?
Juan Carlos Zuleta (JCZ). Como he manifestado en un artículo publicado hace unos meses en medios de prensa escritos y digitales del país, las exportaciones bolivianas, al estar fuertemente ligadas a la extracción de nuestras principales materias primas, se hallan intricadas en la economía a través de regímenes tributarios y regalitarios (aplicables a cerca del 80% de las exportaciones totales) y tienen efectos particulares en las finanzas (y la inversión) públicas de los tres niveles del Estado (nacional, departamental y municipal) con implicaciones adicionales en la economía privada formal e informal.
Esto explica, por ejemplo, por qué la caída de los precios del petróleo y el consiguiente desplome del valor de las exportaciones de gas natural ya se hayan empezado a traducir en una crisis de liquidez en el Gobierno departamental de Tarija que podría conducir a la quiebra de muchas empresas constructoras dejando en la calle a unos 5.000 trabajadores, y por qué Potosí ya ha empezado a sufrir los embates de una crisis económica profunda por la caída de los precios de los minerales. Por tanto, la idea de que tanto la demanda interna como la inversión pública son virtudes del Modelo Económico Social Comunitario y Productivo es solo una falacia de mal gusto.

C. ¿Por qué sostiene que la demanda interna per se no puede ser el motor del crecimiento de un país con un mercado interno tan pequeño?
JCZ. En Economía, el tamaño de un país se mide en términos de cantidad de habitantes con capacidad adquisitiva. Debido al proceso de desindustrialización en el país, un problema agudizado en los últimos tiempos por el cierre de muchas fábricas, la mayoría de la población económicamente activa de Bolivia se encuentra en el sector informal sometida en muchos casos a una situación de subempleo, lo que determina su escaso poder adquisitivo.
En la lógica absurda de incentivar la demanda interna, el Gobierno sigue empeñado en desangrar la economía a través medidas de corte populista como el pago del segundo aguinaldo dirigido, en lo esencial, a un sector muy pequeño del país (empleados públicos). En estas condiciones, resulta muy poco probable que el país pueda alcanzar tasas de crecimiento por encima del 7%, necesarias para realizar nuestras aspiraciones de desarrollo en el mediano y largo plazos.

C. Usted alertó de un proceso de desindustrialización en el país. ¿Sigue pensando lo mismo?
JCZ. En los últimos años, el problema de la desindustrialización en Bolivia ha llegado a límites extremos. Las pocas industrias que quedan pueden ser contadas con los dedos de las manos. Esto pone al país en una situación muy frágil si se considera que una de las características fundamentales del sector secundario de la economía es su capacidad para generar empleo, base de sustento de cualquier modelo de desarrollo en el mundo.

C. En su criterio, ¿el Gobierno debe continuar con el tipo de cambio fijo para mantener la estabilidad económica del país?
JCZ. El país se encuentra aquejado de una enfermedad holandesa aguda. En estas circunstancias, la teoría económica ortodoxa sugiere la aplicación de devaluaciones para recuperar la competitividad de las exportaciones, principalmente de manufacturas. Sin embargo, en el caso boliviano, una devaluación podría conducir a un proceso inflacionario muy peligroso en la medida en que contribuiría a encarecer las importaciones, a tiempo de favorecer a las pocas industrias que quedan.
La competitividad de estas industrias requiere la introducción de innovaciones tecnológicas, las cuales se efectivizan en general mediante la inversión en bienes de capital que, dada nuestra condición de país subdesarrollado, no podemos producir. Una devaluación haría inaccesibles las importaciones de bienes de capital, postergando aún más nuestras aspiraciones de desarrollo.

C. La Fundación Milenio alertó este mes que el incremento de la inversión pública llevó a un aumento del déficit fiscal. ¿Qué significa esto? ¿Es preocupante o algo natural en las políticas que lleva adelante el Gobierno?
JCZ. A medida que pasa el tiempo, el manejo pulcro de las finanzas públicas en tiempos de bonanza económica va cediendo paso a un intento desesperado por mantener niveles de inversión pública no acordes con la actual situación económica, aun a costa de aumentar el déficit fiscal. Pero, el aumento del déficit fiscal solo contribuirá a incrementar los riesgos de un descalabro económico en el país.

C. ¿Qué opinión le merece el uso de las reservas internacionales (alcanzan el 39% del PIB y van en descenso) y el proceso de endeudamiento de Bolivia (subirá del 17 al 28% del PIB, según un anuncio del vicepresidente García Linera)?
JCZ. Como ha demostrado la realidad económica de Venezuela, la cantidad de reservas internacionales netas no constituye ninguna garantía de solvencia económica. Sin un manejo responsable de las mismas, así como llegaron se irán, dejando al país en un estado de total indefensión ante posibles embates de una crisis económica internacional que podría profundizarse en los próximos años.
Al parecer, ahora al Gobierno solo le importa introducirse en esquemas fallidos del pasado basados en la contratación de deuda externa en muchos casos onerosa. Si bien el porcentaje de la deuda externa respecto al PIB se encuentra aún en niveles aceptables, ningún analista económico hasta ahora se ha interesado en analizar el comportamiento del servicio de la deuda externa a lo largo de los últimos años. En este plano, quizás sería bueno preguntar al Gobierno: ¿Por qué en los últimos diez años una de las mayores proporciones de la deuda externa fue contratada con un organismo internacional caracterizado por aplicar tasas de interés relativamente más altas en sus operaciones crediticias?

C. En su criterio, ¿es posible mantener el promedio de crecimiento de los últimos años con la caída de los precios de las materias primas a nivel internacional?
JCZ. De ninguna manera. Como he sugerido en una anterior contribución, los últimos datos del PIB (anual y trimestral) correspondientes a 2015 publicados hace unos días por el INE demuestran que la economía boliviana empieza a sentir los rigores de la crisis derivada de la caída de los precios de las principales materias primas de exportación desde mediados de 2014. Esto habría conducido a un proceso de desaceleración de la economía. En efecto, de una tasa de crecimiento récord de 6.8% alcanzada en 2013, el crecimiento de la economía descendió a 5.46% en 2014 y a 4.85% en 2015.
Como una forma de validar la hipótesis anterior se encuentra que, en 2015, la única actividad económica que presenta una incidencia negativa en el crecimiento del PIB nacional es precisamente la de Extracción de Minas y Canteras con -1.38%. Si bien se puede evidenciar que la magnitud de la crisis actual sería menor a la de la crisis de 2009, todo parece indicar también que la primera podría quedarse con nosotros algunos años más. Atrás van quedando los argumentos de que el motor de la economía es la demanda interna “y ramas anexas”, y de que la baja de los precios del petróleo no tendría mayor impacto en la economía boliviana.

"La idea de que tanto la demanda interna como la inversión pública son virtudes del Modelo Económico Social Comunitario y Productivo es solo una falacia de mal gusto”.

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