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17 diciembre 2013
Un programa para salvar al euro
Han pasado tres años desde el estallido de la crisis del euro, y solamente un optimista empedernido diría que la peor parte ha terminado de manera definitiva. Algunos, al señalar que la recesión de doble caída de la eurozona terminó, llegan a la conclusión de que la austeridad como medicina ha funcionado. Pero, trate de decirles esto a los de los países que aún se encuentran atravesando por una depresión, con un PIB per cápita que continúa por debajo de los niveles previos al 2008, tasas de desempleo por encima del 20%, y un desempleo juvenil superior al 50%. Al ritmo actual de ‘recuperación’ no se puede esperar ningún tipo de retorno a la normalidad hasta bien entrada la próxima década.
Un reciente estudio realizado por economistas de la Reserva Federal llegó a la conclusión de que el alto y prolongado desempleo en EEUU tendrá serios efectos adversos en el crecimiento del PIB durante los próximos años.
Lo que se necesita, sobre todo, es una reforma fundamental en la estructura de la eurozona. A estas alturas, ya se logró concebir una idea clara de lo que se requiere para ello: • Una unión bancaria real, con una supervisión común, un seguro de depósitos y un mecanismo de toma de decisiones; sin ello, el dinero seguirá fluyendo desde los países más débiles a los más fuertes;
• Algún tipo de mutualización de la deuda, como por ejemplo los eurobonos: al tener un ratio deuda/PIB europeo menor al de EEUU, la eurozona podría prestarse a tasas de interés reales negativas, tal como lo hace EEUU. Las tasas de interés más bajas podrían liberar dinero para estimular la economía, rompiendo el círculo vicioso en el que se encuentran los países afectados por la crisis, mediante el cual la austeridad aumenta la carga de la deuda, haciendo que la deuda sea menos sostenible, ya que el PIB se contrae; • Políticas industriales que permitan que los países rezagados se pongan al mismo nivel que los otros; esto implica revisar las estructuras actuales • Un banco central que se centre no solamente en la inflación, sino que también en el crecimiento, el empleo y la estabilidad financiera; • Sustitución de las políticas de austeridad que van en contra del crecimiento con políticas que se centren en inversiones.
Doctrinas erróneas
Gran parte del diseño del euro refleja las doctrinas económicas neoliberales que prevalecían en el momento en el que se concibió la moneda única. Se pensaba que era necesario mantener una baja inflación y que ello sería casi suficiente para lograr crecimiento y estabilidad; que hacer que los bancos centrales sean independientes era la única manera de garantizar la confianza en el sistema monetario; que niveles de deuda y de déficits bajos garantizarían la convergencia económica entre los países miembros, y que un mercado único garantizaría la eficiencia y la estabilidad.
Cada una de estas doctrinas ha demostrado ser errónea. Los bancos centrales independientes tanto en Europa como en EEUU se desempeñaron mucho más deficientemente en el periodo previo a la crisis que los bancos menos independientes que se encuentran en algunos mercados emergentes líderes; esto ocurrió debido a que estas instituciones por concentrarse en la inflación, distrajeron su atención del problema de la fragilidad financiera, que revestía más importancia.
Del mismo modo, España e Irlanda tenían superávits fiscales y bajos ratios deuda/PIB antes de la crisis. La crisis fue la que causó los déficits y la deuda elevada, y no al revés, y las restricciones fiscales que Europa ha acordado ni van a facilitar una rápida recuperación de esta crisis, ni van a evitar la siguiente.
Alemania y algunos de los otros países del norte de Europa, haciendo gala de una falta indecorosa de solidaridad europea, han declarado que no se les debe pedir pagar la factura de sus derrochadores vecinos del sur europeo. Esto es erróneo por varias razones. Para empezar, las tasas de interés más bajas que se alcanzan como resultado de los eurobonos o de algún mecanismo similar harían que el peso de la deuda sea manejable. Se debe recordar que EEUU emergió de la Segunda Guerra Mundial con una carga muy alta de deuda, no obstante aquello, los años subsiguientes estuvieron marcados por el crecimiento más rápido que este país tuvo a lo largo de toda su historia.
Se suponía que el euro iba a traer crecimiento, prosperidad y un sentido de unidad a Europa. En cambio, trajo estancamiento, inestabilidad y una tendencia hacia la división.
Esto no tiene por qué ser así. El euro puede salvarse, pero se necesitará más qsue refinados discursos afirmando que existe un compromiso con Europa. Si Alemania y otros países no están dispuestos a hacer lo que fuese necesario – es decir, si no existe la suficiente solidaridad– puede que se tenga que abandonar al euro en aras de salvar el proyecto europeo
Joseph E. Stiglitz
Premio nobel de economía, se desempeña como catedrático en la Universidad de Columbia
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