El proyecto de nueva Ley de Bancos no representa un avance para el desarrollo financiero y económico del país. Es un retroceso a lo que en Bolivia se hacía hasta 1985. En esos tiempos lo rutinario era la fijación de las tasas de interés por el Gobierno y los bancos estaban obligados a mantener una determinada composición del crédito bajo el denominativo: ‘política selectiva del crédito’. Esta política se acentuó en los años 70 durante el primer gobierno de Hugo Banzer. Los resultados no fueron nada buenos, por decir lo menos.
En aquellos tiempos se fijaba la tasa mínima para los depósitos en cajas de ahorros y se fijaba techos diferenciados para tasas de préstamos dependiendo de la fuente de su financiamiento. Si se financiaba con el ahorro captado por los bancos, la tasa de préstamo era mayor que si el ‘refinanciamiento’ lo hacía el Banco Central, mediante su denominada “gerencia de desarrollo”, y con recursos prestados por organismos internacionales de financiamiento, como es el caso del BID.
Si el Gobierno se atribuyese la competencia de fijar las tasas de interés, la pregunta es ¿cómo lo haría?, habida cuenta que en cada entidad financiera los costos son diferentes. Unos son más eficientes que otros. Si por ejemplo, fijase una tasa techo para un tipo de créditos beneficiaría a los más eficientes porque seguramente estos adaptarían esta tasa, pero perjudicaría a los menos eficientes porque a esa tasa de interés no podrían financiar adecuadamente sus costos. En esto interesa mucho el tamaño de la institución financiera. En la medida que es grande es más eficiente y puede cobrar tasas de interés más bajas. Esto lo dice hoy la realidad. Así los confirma los datos sobre tasas de interés que semanalmente pública el Banco Central de Bolivia.
No es tarea nada fácil querer fijar desde el Gobierno tasas de interés en mercados crediticios muy variados. Por este motivo el Gobierno quiere que se determine mediante decreto supremo y no por ley. El problema se presentará que cuando se fijen estas tasas de intereses, que nunca serán de equilibrio, no se podrán reajustar hacia arriba las tasas activas cuando se requiera y como lo hace el mercado, lo que puede generar en el futuro graves desequilibrios en el sector. Esto explica por qué en el mundo la práctica generalizada es la libertad de las tasas de interés.
La regulación de las tasas de interés no tiene sentido en un mercado cada vez más competitivo, como es la intermediación financiera
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