La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, comentó sobre la inconclusa agenda para la reforma del sector financiero mundial: “Para comenzar, necesitamos avances concretos sobre el problema de las instituciones demasiado grandes para caer. Se requiere una discusión de alcance mundial de los pros y los contras de las restricciones directas a los modelos de negocio”. Cinco años después del inicio de la crisis, con la publicación del informe Liikanen sobre la reforma bancaria en la Unión Europea, ese debate finalmente ha comenzado.
Las propuestas del informe Liikanen tienen mucho en común con las efectuadas en 2011 por la Comisión Independiente de la Banca (ICB, por su sigla en inglés), que presidí. Ambos conjuntos de recomendaciones enfatizan la importancia de un paquete de medidas entrelazadas que combine una absorción de pérdidas mucho mayor con la reforma estructural. Y ambos proponen la misma justificación económica para esas reformas: para aislar los servicios bancarios básicos de los riesgos de la banca de inversión; para que la resolución bancaria sea más fácil y más creíble; para proteger a los contribuyentes de riesgos que corresponden al sector privado; y, por lo tanto, para garantizar que la adopción de riesgos por parte de los bancos quede sujeta a una adecuada disciplina de mercado.
Además, tanto Liikanen como la ICB favorecen a la banca universal estructurada -entidades legalmente separadas con capital separado, administración separada, etc.– en vez de solicitar su desaparición, como exigen quienes desean separar completamente la banca comercial de la banca de inversión.
En el caso de los grandes bancos, Liikanen separaría las operaciones bursátiles de la banca de depósitos, mientras que las propuestas de la ICB, ya incorporadas en la propuesta de legislación británica, protegerían la banca minorista a través de condiciones diferenciadas.
Expuesto a riesgos
Esto en sí mismo es una distinción sin diferencias. Después de todo, una cerca para proteger a los ciervos de los leones es lo mismo que una cerca para mantener a los leones alejados de los ciervos. A diferencia de su prima, la regla Volcker, ni el enfoque Liikanen ni el del Reino Unido (RU) buscan separar los tipos de operaciones. Para determinar si las operaciones son de cartera propia puede no ser necesario abrir “una ventana al alma de los hombres” (algo que en otro contexto la reina Elizabeth I evitó sabiamente), pero la experiencia estadounidense muestra que de todas formas es difícil de determinar.
De todas maneras, los diseños de Liikanen y del RU no son idénticos. Ni deberían serlo. El sistema bancario del RU es mucho mayor en relación con el tamaño de su economía que el europeo en su conjunto, ni qué hablar del de EEUU. El sistema del RU está expuesto a riesgos diversos, y a Europa le interesa que esos riesgos estén bien gestionados. Además, el enfoque de Liikanen no es igual para todos, ya que propone explícitamente poderes para exigir una mayor separación en caso necesario, para garantizar la capacidad de resolución.
Una clara diferencia, de todas formas, es que Liikanen, a diferencia de las propuestas del RU, permite suscribir títulos a los bancos de depósitos. Esto difiere de EEUU, incluso después de la derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999 que impedía la asociación de bancos y empresas dedicadas principalmente a la suscripción de títulos.
Y no cuadra con la separación de las operaciones y los derivados de la banca de depósitos, ya que la suscripción es muy similar a la colocación de una gran opción de venta y típicamente más riesgoso que la creación normal de mercado. Si la suscripción queda del lado de la cerca de las operaciones bursátiles, el banco de depósitos aún podría brindar el servicio a los clientes, pero como corredores, no como operadores. Las suscripciones corresponden al lado de los leones.
Control regulatorio
Más allá de las dificultades para su implementación, hay buenos motivos para no implementar la regla Volcker en lugar de las propuestas ICB/Liikanen en el RU y Europa. En primer lugar, no aísla lo suficiente a la banca minorista de la banca de inversión, de los cuales solo una pequeña parte está vinculada a las operaciones con cartera propia. En segundo lugar, el sistema bancario estadounidense es muy diferente, e incluye diversas normas sobre las relaciones entre las instituciones de depósitos y las entidades de operaciones bursátiles.
Esto sugiere que sería mejor preguntarse si conviene introducir la regla Volcker como un adicional en vez de una opción a las condiciones diferenciadas para las actividades. En favor de la simplicidad, diría que no.
Implementar una separación total en lugar de condiciones diferenciadas brindaría una barrera más sólida, pero con un costo potencialmente elevado, que incluye el riesgo de inestabilidad financiera. Después de todo, una separación completa implica que los recursos de otros orígenes en un determinado grupo bancario no pueden usarse para atender a una crisis de la banca minorista resultante de, por ejemplo, una caída en los precios de los inmuebles.
Esas crisis pueden ocurrir. Por ello la ICB decidió que su paquete de reformas para el RU buscaría la separación completa a un menor costo y sin generar los riesgos de inestabilidad financiera que podrían provenir de una banca minorista local independiente no diversificada y correlacionada. Por cierto, el éxito de este enfoque depende de la fortaleza de la cerca. Eso requiere un buen diseño inicial y un control regulatorio continuo, pero también serían necesarios en el caso de una separación completa
No hay comentarios:
Publicar un comentario