Una de las motivaciones principales del ahorro es para sufragar la vejez, pero pocas personas en la región están ahorrando para ello. Solo cuatro de cada 10 personas están haciendo aportes para financiar sus pensiones futuras. La región ha convivido con escalas bajas de ahorro para el retiro durante años, y por ello, seis de cada 10 adultos mayores no están recibiendo una pensión producto de sus contribuciones y entre los que sí la reciben, son pensiones de menos de $us 10 diarios. ¿Por qué debemos preocuparnos de revertir esta situación y sobre todo, por qué debemos preocuparnos ahora?
La población en América Latina y el Caribe es joven, pero está envejeciendo rápidamente. Las personas de más de 65 años, que en 2010 era el 6,8% de la población, constituirán el 20% del total de habitantes de la región (Celade, 2011). Así, en 2050 habrá más de 144 millones de personas con 65 años o más, casi cuatro veces más que los 40 millones actuales.
En ausencia de reformas, entre el 47% y el 60% de esos 144 millones de adultos mayores en el año 2050 (alrededor de 66 millones a 83 millones de personas) va a llegar a la jubilación sin haber generado el ahorro necesario para financiar una pensión adecuada durante su vejez. Este déficit de cobertura del sistema de pensiones, y por lo tanto de ahorro para la vejez, será más elevado entre las mujeres que entre los hombres, y estará particularmente concentrado entre aquellos que hoy son trabajadores de ingresos medios o bajos, trabajadores asalariados en empresas pequeñas y trabajadores no independientes o por cuenta propia.
Según el libro publicado por el BID Mejores Pensiones, Mejores Trabajos del cual Pagés es coautora, en las décadas de 1980 y 1990 América Latina y el Caribe emprendieron una ambiciosa agenda de reformas de la seguridad social que, en gran medida, buscaba devolver la sostenibilidad financiera a los sistemas de pensiones y generar una conexión entre contribuciones y beneficios que permitieran un incremento del porcentaje de trabajadores que cotizaban, y eventualmente del porcentaje de adultos mayores con una pensión.
Las reformas han sido múltiples e investigaciones abordaron los méritos y problemas de la introducción de sistemas de contribución definida y capitalización individual (privados) y los públicos de reparto. Independientemente del sistema (capitalización o reparto) la cobertura depende de la capacidad de los mercados laborales para generar trabajos en los cuales se aporte a los sistemas previsionales, es decir, trabajos formales, y también el hecho de que la cobertura, tanto de los países que reformaron como de los que no lo hicieron, en general sigue siendo baja
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