El secretario ejecutivo de la Asociación de Entidades Financieras Especializadas en Microfinanzas (Asofin), Reynaldo Marconi, enfatizó en el concepto: “inclusión financiera es el resultado de la articulación entre la capacidad establecida en puntos de atención por las entidades financieras para ofrecer en un determinado territorio una diversidad de servicios financieros y el nivel de uso de estos servicios por la población económicamente activa”, bajo regulación e intervenciones público-privadas de educación y protección financiera.
En Bolivia, de diciembre 1996 a diciembre del 2010 el crecimiento de prestatarios de microfinanzas fue de 97.271 a 597.222 clientes. La cartera creció de $us 202.507 millones (en 1999) a $us 2.281.560 en el 2010, destacó Marconi como principal aporte a la inclusión.
Si bien la bancarización en la región aún es insuficiente para atender las necesidades de las iniciativas emprendedoras, el papel de las microfinanzas se destaca por lograr una gran movilidad social y generar una cultura emprendedora, sostuvo la presidenta del Directorio de ProEmpresa del Perú y ex ministra de Trabajo de ese país, Susana Pinilla.
Estas entidades llegaron a los emprendedores antes que el Estado, apuntó. En Perú se convirtieron en principal motor de los cambios urbanos y en gestores de modernización de sus pueblos de origen. Empero, Pinilla advirtió que las entidades financieras sólo llegan al 7% de la micro y pequeña empresa. Y hay un 80% que no solicita crédito porque no lo necesita o asume que no se lo darán.
En Bolivia, el Banco de Desarrollo Productivo (BDP) sólo ha llegado al 5% de los pequeños productores rurales, señaló su presidente, Jorge Albarracín. Se estima un universo de productores de aproximadamente 550.000 campesinos, 170.000 indígenas y unas 40.000 empresas.
Los productores beneficiados por el BDP son 20.659; con un monto aprobado de créditos hasta la fecha de Bs 1.315.945.967.
“Hasta Basilea dice que no es la garantía lo central del crédito sino la viabilidad del negocio”, sostuvo Pinilla. No es suficiente si no está acompañado de inclusión productiva y social a través de políticas públicas que aporten a disminuir la pobreza y no simples programas de asistencialismo que “mata al emprendedurismo”.
Definir mapas de riqueza, promocionar la inversión privada y pública en la cadena de micro y pequeñas empresas, fortalecer su asociatividad y dar acceso a mercados, impulsaría su desarrollo y formalidad. Los microempresarios son buenos pagadores y se convierten en “verdaderos empresarios”, enfatizó Pinilla.
“En Bolivia está a la vista”, subrayó la presidenta el Consejo de Administración de Confie Holding Bolivia, Pilar Ramírez. “Basta mirar en las calles de las ciudades y en todas las instituciones financieras. Ciudadanía plena que hoy accede a universidades y centros educativos privados, centros comerciales, espectáculos, restaurantes, parques, cines, locales nocturnos, transporte aéreo para viajes de estudio, turismo y compras, servicios de remesas y transferencias internacionales, comercio con China, Corea, etc.”, enumeró.
“Es evidente la movilidad social apoyada, en parte, por esta inclusión financiera de sectores antes excluidos”, y el reto es llegar a más población con servicios innovadores, subrayó Ramírez.
Resultados de estudios de impacto
-Estudio de FIE ONG y FFP FIE SA halla evidencia de microempresas que hoy son pequeñas o medianas empresas.
-El 95% de los créditos es otorgado con garantía prendaria, esto muestra
un incremento en activos.
-Aumento en la cantidad de clientes que tiene vivienda propia con servicios básicos y un computadora.
Entender a los pobres es el inicio
Si bien no hay una solución mágica, las tendencias mundiales de la inclusión financiera empiezan por entender a los pobres o a los clientes que necesitan acceder a los servicios financieros y generar la regulación, señaló la consultora brasileña de Políticas y Regulación de Consultative Group to Assist the Poor (CGAP), Denise Dias.
La mitad de los hogares en el mundo no tiene acceso a una cuenta bancaria y similar número de pequeñas y medianas empresas tampoco logran acceder a algún financiamiento, apuntó.
Los niveles de inclusión no son determinados solamente por factores socioeconómicos y demográficos; la regulación y las políticas son importantes porque se crean ambientes propicios para las innovaciones. En Brasil hay un mandato formal para la inclusión financiera.
Y a nivel mundial, el uso de teléfonos celulares abre espacio a la “banca sin sucursal”. Un reto para bajar costos con protección al usuario. El fin es que la inclusión ayude a salir del círculo vicioso de la pobreza, dijo.
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